viernes, 24 de mayo de 2013

Un año de amor



Lo nuestro se acabó y te arrepentirás/ De haberle puesto fin a un año de amor/ Si ahora tú te vas pronto descubrirás/ Que los días son eternos y vacíos sin mí/ Y de noche, y de noche por no sentirte solo/ Recordarás nuestros días felices, / Recordarás el sabor de mis besos/ Y entenderás en un solo momento/ Qué significa un año amor/ Qué significa un año de amor (...)

La sentida e inconfundible voz de Luz Casal canta estas archiconocidas palabras con pasión. Al escucharla parece que lo hace como si fuera la última canción de su vida. Afortunadamente  sabemos que Casal no ha abandonado ni la vida ni la música al escucharla cantar. Además de su voz sostenida con tanta sensibilidad, los sentimientos que canta ella conectan con una manera de vivir la vida, es decir, sintiendo la vida de forma visceral. Esta actitud de cantar con el corazón en una mano es algo que he admirado de Luz Casal y que la canción a la que he hecho referencia evidencia con claridad.

Un año de amor, pues. He aquí lo que ha significado para mí escribir en este blog durante este año. Las penas empujadas por la ilusión de la vida me llevaron a esta aventura de crear un blog. El deber de seguir adelante se concretó entre otras cosas en poner por escrito y compartir con todos vosotros mis palabras. Recordé al iniciar este camino las pinturas de artistas modernos como Matisse cuyo título de “Joie de vivre” me fascinó cuando los descubrí. Por eso bauticé esta página con el juego de palabras entre mi nombre y la referencia a las pinturas que captaban esos instantes de la felicidad. De esta manera me comprometí a recoger a través de fotos o palabras esa mirada feliz, los ingredientes de la alegría de vivir. Una cosa me llevó a la otra y de pronto me encontré cada viernes escribiendo un artículo acompañado por una foto en la que intentaba copiar a columnistas a quienes admiraba. Esta cita de los viernes se ha concretado durante todo un año en el que he descubierto la sensación de que alguien lea mis palabras o la incertidumbre de no saber hasta cuándo seguiría escribiendo. De lo que no hay duda es que las palabras me han acompañado sin darme cuenta yo de ello. Las palabras bien empleadas nos auxilian más de lo que pensamos o al menos a mí me han recogido en una especie de regazo. De ahí que sostenga que este año de “joie de vivre” haya sido un año de amor.

Siento que mi historia de encontrarnos cada viernes llega a su fin para iniciar un nuevo ciclo. Pero y... ¿qué pasará cuando no acuda a mi cita con esta página? Como dice Luz Casal, ¿me arrepentiré de haberle puesto fin a este año de amor? ¿Empeorará mi vida sin las palabras? El tiempo revelará estas preguntas. Y es que sólo entonces sabré qué significan las palabras, qué significa escribir para mí...

domingo, 19 de mayo de 2013

Facebook o (frase)book



En un fragmento de la novela Orlando de Virginia Woolf, la extraña palabreja “Rátigan Glonfobú” significa algo muy concreto. Los miembros de un matrimonio que se telegrafían emplean esta expresión para que se comuniquen sin que el operador se entere de nada. Así cuando uno de ellos escribe “Rátigan Glonfobú” viene a decir que se encuentra “en un estado espiritual complejísimo”. De esta manera logran comunicarse los personajes de la novela en dicho pasaje. No cabe duda de que es paradójico que algo profundo y difícil de expresar que se resiste al lenguaje sea a la vez posible reflejar con dos palabras simbólicas. Pero muchas veces unas pocas palabras reflejan todo un mundo. Diríase que al igual que una imagen vale más que mil palabras, una frase o una expresión vale también o tanto como mil palabras. O al menos esa ilusión de logro nos crea a los hablantes. Gracias a estas realidades existen por ejemplo los refranes o los aforismos. ¿No transmiten ellas las lecciones de la sabiduría popular o vislumbran como la luz de un rayo la esencia de algo complejo? Sin duda todos vivimos en la vida cotidiana momentos rátiganglonfubianos en los que resumimos a veces de manera torpe u otras veces de manera más ingeniosa el espíritu de un pensamiento.

En la calle por ejemplo es el graffiti el que espontáneamente refleja los acontecimientos de la gente o las reflexiones urbanas llenos de colores. La novela La fiesta en la habitación de al lado de Mariasun Landa por ejemplo inicia sus capítulos con las expresiones de graffitis que leía la escritora en sus años de estudiante en París. Gusta encontrarse con expresiones de las calles parisinas revolucionarias de entonces.

Sospecho que en internet son las redes sociales las que recogen y transmiten esas reflexiones compactas de las personas. Es asombroso la cantidad de mensajes que se tejen en Twitter usuario va, usuario viene. Facebook tampoco se queda atrás. El apartado donde la gente pincha un “me gusta” es una especie refranero o “megustanero” contemporáneo. Algunas de las frases que aparecen en esta conocida sección apelan precisamente a los refranes. Así reza una archiconocida sentencia de Facebook que recuerda a “ojos que no ven, corazón que no siente”. Dice así: “Corazón que no ve Facebook que te lo cuenta. Otra frase de la red que sintetiza un sentimiento extendido de la fugacidad de la vida es “he vivido en 4 décadas, 2 siglos y en 2 milenios... y sólo rondo los 20”. Hay en la red palabras retóricas como “querido verano, ¿puedes llegar ya? Gracias”, juegos de palabras ingeniosos como “si hay que ir a Ikea se va pero ir para nada estantería” o también frases humorísticas como “Rajoy es el único español que sabe decir correctamente Bershka”. El “me gusta” que dice “¿cómo es posible que la duquesa de Alba tenga novio (ahora marido) y yo no?” invita igualmente a la risa.  Incluso hay quien aprovecha estas frases para algo más peliagudo: “Un saludo a mi ex que revisa mi Facebook a diario”.

Todo esto no sería posible sin la libertad de expresión. Estas palabras gozan de la permisividad que no disfrutaban los que inventaron “Rátigan Glonfobú” para esquivar al operador de telégrafos. Pero no os fascina ¿el eterno afán de las personas por expresar, inventar y glonfubear? 

sábado, 11 de mayo de 2013

Salvar el mundo


Gracias a una apasionada admiradora de Borges supe un día que el escritor argentino decía que el hombre tiene dos grandes deberes: ser justo y ser feliz. Me fascinó la manera en la esta sentencia resumía la actitud moral de una persona ante la vida. El tiempo no ha hecho más que corroborar la precisión con la que estas palabras captan la esencia de la ética humana.

Tengo que confesar que la parte que hace referencia a la justicia (el ser justo), me pareció en su momento lógica y de sentido común. Dicho de otro modo pensaba que esas palabras se ajustaban con los derechos y deberes con los que todos nacemos pero con los que no todos cumplimos. Sin embargo el deber de ser feliz me sonó en boca de la maravillada fan de Borges como un enigma. ¿Es un deber humano el ser feliz? ¿Qué hacer cuando nos pesa la vida más que la piedra más grande del mundo? ¿Qué demonios es la felicidad? ¿Un instante milésimo de gloria infinita o una actitud que se adoptan frente a las circunstancias? ¿Cómo ser feliz en medio de la adversidad? Las preguntas surgían una tras otra en nombre de la ignorancia. No obstante, según la vida me ha dado más años he sucumbido a la verdad de estas palabras del escritor argentino. Como humanos estamos unidos a la vida y por lo tanto debemos trabajar y moldear ese compromiso con ella.

A través también de esta lectora de Borges conocí  el bellísimo y célebre poema que se titula precisamente “Los justos” que dice así: “Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire./ El que agradece que en la tierra haya música./ El que descubre con placer una etimología./ Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez./ El ceramista que premedita un color y una forma./ El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada./ Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto./ El que acaricia a un animal dormido./ El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho./ El que agradece que en la tierra haya Stevenson./ El que prefiere que los otros tengan razón./ Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.”

¿No son preciosas las imágenes que nos presenta Borges de esos héroes poéticos? Después de conocer estos delicados versos algunas veces pienso en esos salvadores del mundo y mentalmente me dispongo a proponer al escritor argentino y a su fiel seguidora más tipos de héroes anónimos y maravillosos. Uno de estos momentos ocurre cuando voy a una librería y me pierdo entre los libros más vendidos, los amables dependientes que ordenan y atienden las dudas de los clientes y las diversas secciones que componen una tienda de libros. Observo a las personas que todavía compran libros y entonces me digo “El que ajeno a las nuevas tecnologías compra un libro de papel, también está salvando el mundo”. Incluso quizá, tú también al leer este anónimo blog formes parte de ese grupo de personas que rescatan y devuelven a los demás a la vida...  

sábado, 4 de mayo de 2013

Soñar despiertos



Nos pasamos la vida soñando dormidos. Y además la experiencia de dormir no es aprovechable para ninguna actividad consciente. ¿No es esto paradójico y frustrante? ¿Bajo que términos es razonable pensar que necesitemos tanto tiempo para descansar? Sólo desde el punto de vista de la salud. Así estamos hechos. Se dice que el ser humano sólo sobreviviría tres días sin dormir. No hay nada como un sueño reparador que nos resucita para encarar como es debido un día normal de trabajo y responsabilidades. Soñar dormidos no repercute en nuestra vida nada más que para estar más descansados y con la mente lúcida. Ni siquiera nos podemos guiar por nuestros sueños como algunos personajes bíblicos en la vida diaria. Lo que verdaderamente importa y es determinante es lo que soñamos despiertos y conscientes. Este tipo de sueños son unos de los grandes motores del mundo.

¿Cuántas personas afanosas desearían que el día les diera más de sí para perseguir esos sueños? Bien para hacer unos estudios anhelados, para viajar a alguna parte del mundo, para entrenarse y conseguir un viejo deseo o entregarse a sus aficiones de siempre. La literatura es como el arte un espacio donde quedan reflejadas las grandes preocupaciones y problemas de una sociedad. Las letras sostienen además, y nos cuentan los sueños y anhelos de la gente. La literatura permite soñar, conversar con una parte-de-ti-que-habla-a-otra-parte-de-ti. Un libro es incluso, en sí, un sueño cumplido por un escritor. Algo que condensa intrínsecamente años de trabajo y reflexión de una persona. Un libro nos cuenta por decirlo de alguna manera el tiempo: días, meses, años de trabajo de una persona. Un libro, requiere, asimismo tiempo también para leerlo aunque mucho menos que para escribirlo. Y a veces me pregunto por qué el tiempo de la lectura literaria va tan lento. Leer con detenimiento, rigurosidad y disfrute un libro requiere de tiempo libre. Más tiempo libre de lo que disponemos.

Hay que ver cuánto tiempo perdemos (o pasamos)  en los intervalos entre una actividad y otra. Es decir, los minutos u horas antes de dormir, de camino al trabajo o a casa, o por supuesto, haciendo las labores del hogar. Todos estos tiempos, se podría pensar, son tiempos muertos o los tiempos también necesarios para la vida. Hay alguno que incluso pensará que la lectura forma también parte de esos tiempos muertos de la vida. A otros sin embargo la lectura les alimenta tanto o más que la comida. Pero, ay, no se puede de momento comer un libro como un bocadillo. Lo peor de todo es que no se dispone de tiempo para leer todo lo que uno desearía. Uno no podría leer todo ni incluso quitando las horas al divino sueño. Por eso al elegir un libro para leer uno debe considerar esto y preguntarse: ¿podría morir tranquila sin haber leído este libro? Pues la vida dura un sueño...

viernes, 26 de abril de 2013

Poetas en paro



Me llamó la atención un graffiti que me topé en la calle. Deambulaba por Donostia entre árboles, edificios, semáforos y mis elucubraciones del momento cuando leí “hay demasiados poetas en paro”. El pensamiento que me vino ipso facto fue que se trataba de una reivindicación de algún talentoso de la palabra y el verso que no encuentra trabajo. Sin embargo al pensar dos veces la frase reflexioné más bien otra cosa: ¿acaso hay poetas ejerciendo su trabajo y cobrando su sueldo como poetas? ¿No es la poesía el-oficio-por-amor-al-arte en mayúsculas? ¿Qué poeta se permite vivir cómodamente de los poemas que escribe? En otras palabras, ¿quién carajo lee poesía?

“Hay demasiados poetas en paro” me pareció pues una evidencia, aunque una obviedad, claro está, muy poética. Por supuesto, ¡cómo los poetas no iban a estar sin trabajo! Así, percibí después otra verdad latente y viva en la frase: una cosa es estar en paro y otro asunto es no trabajar. En este sentido, podríamos decir que prácticamente todos los poetas están condenados a estar en paro como poetas. No obstante, el verdadero poeta nunca deja de trabajar y contribuir a los demás. Por lo tanto, pensaríamos que la frase en cuestión aflora la realidad de que los poetas están en paro aunque sugiere que nunca abandonan su oficio como poetas.

Es muy conocida la historia infantil del ratón con temperamento y sensibilidad de poeta llamado Frederick. El autor del cuento, Leo Lionni, relata así el trascurso de los días de unos simpáticos ratones que trabajan sin parar antes de que llegue el invierno. Trabajan todos menos Frederick:  “Y tú, por qué no trabajas, Frederick?, preguntaban los demás. “Yo trabajo” les respondía Frederick. “Recojo rayos de sol para los días fríos del invierno”. En otra ocasión le reprochan de esta manera: “¿Estás soñando, Frederick? Oh, no. Estoy reuniendo las palabras porque los días de invierno son muchos y largos y se agotarán las cosas de que hablar”. Y es que Frederick hace otro tipo de acopio: lo suyo son las palabras, los colores, la luz del sol, en fin, la vida más allá de las obligaciones y deberes que cumplimos como autómatas, la verdad esencial de las cosas, el valor de lo que no tiene valor.

“Hay demasiados poetas en paro” invita también a hacernos preguntas de otra manera. La palabra del graffiti “demasiados” reclama al transeúnte que, en efecto, el poeta está demasiado poco considerado en la sociedad. Poetas, paro, paro, poetas, son palabras que van también demasiado unidas. Pero poesía y trabajo son como bien nos enseña el cuento de Frederick dos palabras que se entienden a las mil maravillas. Un poeta escribe poemas porque no sabe no escribir poemas. Se mueve en el mundo de las palabras como el marino trabaja en la mar y necesita la mar para vivir. Por eso nacer poeta debe de ser algo similar a tener un talento y a la vez padecer una condena de por vida. Es una vocación ignorada que se ejerce sin esperar nada a cambio y quizá por eso es tan valiosa. Me pregunto quién desparramaría con spray esas sugerentes palabras en mitad de la calle.


viernes, 19 de abril de 2013

Egin niri negar ibai bat



Abesti batzuk ez gaituzte sekula nekatzen. Ez al da hala? Behin eta berriz entzunagatik ere beti zaizkigu atseginak eta barreneraino iristeko modukoak. Ez dakit zein den musika batek honexegatik beti gazte eta fresko mantentzeko bere baitan gordetzen duen ukendu edo brebaje misteriotsua. Baina kontua da gertatzen dela infinitoraino entzunda ere kantzio  bat otoitz edo orazio eterno bat bezala itsasten dela gure bihotzean.  Garaiak ere baditugu abesti konkretu batekin hilabeteak igaro ditzakegunak. Are gehiago: bizitzako etapa zehatz bati lotuta eduki dezakegu abesti bat. Instituto garaiko abestia, garai unibertsitariokoa, haurdunaldian entzundakoa... Eta horrela gure abesti kuttunen entzule finak bihurtzen gara berriz, berriz eta berriz entzunaz. Haurtxoei ere gertatzen zaie hau bera: doinu bat eureganatu eta gurasoei nazkatzeraino abesti bat berriro jartzeko eskatzen dietenean.

Musika nola entzuten dugun ere asko aldatu da. Edo beste modu batera esanda: musika nola kontsumitzen dugun pentsatzen jarrita kontsumitzaile soilak garela esatea ez da gehiegikeria bat. Lehen abesti baten doinuak barrena lapurtzen zigunean musika dendara joaten ginen edo irratian abesti hori noiz entzungo zai egon ere bai. Gure musika taldearen diska erosten genuenean, diskako argazkiak, letrak, koloreak, dena geureganatzen genuen. Gaur egun, berriz, dena oso eskura dugu. Youtube delakoan abestiaren letra jarrita berehala topatu dezakegu gure abeslaria. Mugikorreko aplikazio batekin ere bat batean jakin dezakegu abesti baten doinua norena den. Nahikoa da mugikorra airean jarri eta uhinen bitartez ditxosozko aplikazioari lana egiten uztea. Eta nola ez, musika deskargatzeko programei buruz hitz egiten jarriz gero, hankaz gora jartzen dira gure musika entzuteko ohitura zaharrak. Programa hauek baitira hein handi batean musika kontsumitzaile egin gaituztenak.

Hain zuzen, musika-fruitu hauek jasotzeko zuhaitzak diren Emule, Ares edo Kazaa bezelako programetan noiz edo noiz ariketa bitxi bat egiten dut. Abestiaren izenburua edo artistaren izena jartzeko eremuan hitz solteak jartzen ditut. Horrela “love”, “crazy”, “cry”, “goodbye” bezelako hitzak jarriz gero nolabaiteko abesti-urjauzi liluragarria gertatzen da aipatutako programan. “Love”, maitasuna: ez al dugu, ba, indar honi esker aurrera egiten bizitzan? “Crazy”, erotu. Musikak ez al ditu, ba, pizti basatietak eta eroenak lasaitzen? “Cry”, negar egin. Musikarekin ez al dugu, ba, sarritan negar egiten gure saminen izenean? “Goodbye”, agur. Melodía bati eutsita ez dira al dira, ba, gure despedidak eramangarriagoak? Nire ondoan daukadan amari galdetu diot zein hitz den beretzat ariketa honetarako iradokitzailea. Berak “pain” hitza proposatu dit: mina. Eta imajinatuko duzutenez ikaragarrizko abesti emana iritsi zaigu. Mila abesti baino gehiago aurkitu ditu programak ziztu bizian. “Pain” hitzaren ondoren “miss” jarri dugu eta ia bi mila abestiko kaskada etorri zaigu gainera.

Abestiek ibaiak dirudite. Denak musika deitzen diogun horretan itsasoratzen dira eta korronte handiak mugiarazten dituzte. Itsasoko mugimenduek, musikaren melodiak bezala, nolabait gure arimaren mugimenduak esplikatzen dituzte. Eta Internet gure pentsamenduaren islada bezala ez da musikak eragiten dituen korronte hauei bizkarra ematen geratu. Ibaiak hizpide hartuta azken aitorpena:  bizitzako momentu honetan “Cry me a river” izeneko abestia dut gogoko. Ez nau asetzen abestiak. Entzunaldi batek beste bat eskatzen dit. Maitasun traizio baten ostean, ibai bihurtutako negar malkoak kontatzen ditu abestiak. “Egin niri negar ibai bat”, dio abeslariak minduta. Hona hemen giza-sormenaren magia: ibaiak min bihurtu eta minak musikan eraldatzea.

viernes, 12 de abril de 2013

De carne y hueso como todos los demás



La muerte de la Thatcher nos ha brindado la oportunidad para leer artículos que recuerdan la vida de una mujer dedicada a la política que pasó 11 años en Downing Street. Para una desconocedora de su trayectoria política como yo ha sido una ocasión para descubrir algunas ideas de esta mujer que inspiró la expresión “la dama de hierro”.
“No soy una política de consenso. Soy una política de convicciones” decía ella. Y es que este enunciado guarda la fórmula magistral que empleó la hija de un tendero de Grantham para la política. Despertaba pasiones y odios a la vez pero lo cierto es que según apuntan los expertos sus ideas y su personalidad arrolladora han marcado la agenda de su país de tres décadas.

Margaret Thatcher defendió la libertad económica del individuo como principio para que un país prospere. El Estado, según ella no está para ayudar a los individuos. Cada uno es responsable de sí mismo.  Se dice así que llevó a su país como primera ministra por el sendero del capitalismo popular. A mí me vienen varias preguntas con todo esto: ¿no les parece que estas ideas están hoy en día en tela de juicio? ¿No es la crisis que estamos atravesando un replanteamiento de los principios del capitalismo? ¿El Estado no debe proteger a aquellos ciudadanos más débiles y vulnerables? ¿Creen de verdad que la “Iron Lady” era tan de hierro como se le supone?

A mí me parecen sospechosas esas palabras que apelan a la rigidez, a la mano dura e incluso a la impiedad de una mandataria. Así habló la Thatcher en 1979: “Cualquier mujer que entienda las dificultades de conducir una casa estará más cerca de entender las dificultades de conducir un país”. La metáfora de gobernar una casa me parece muy acertada para decir lo siguiente. ¿Debe una madre dirigir su hogar con mano dura o hace más bien falta de mucha mano izquierda? ¿Son las madres de hierro o más bien de carne y hueso? ¿Dónde queda lo humano? Me pregunto que sería de la férrea rigidez ideológica de la Thatcher si sufriera prematuramente ella o alguien cercano a ella por ejemplo un accidente o el azote de una enfermedad que le transforman a uno la manera de ver la vida. ¿Qué ideas de hierro defendería entonces?  

¿Se imaginan una conversación entre el también recién fallecido José Luis Sampedro y Margaret Thatcher? El escritor, economista y pensador que era a la vez un profundo humanista se horrorizaría si a él le llamaran el “caballero de hierro”. Sus ideas respiraban un profundo amor hacia la vida y las personas que sienten. Sampedro además se ha muerto  de una manera también muy fiel a su trayectoria vital. Y es que ha evitado el circo mediático que se crea cuando fallece un famoso.  Recuerdo todavía una entrevista en el que Sampedro hacía un juego de palabras con el  “pienso, luego existo” de Descartes. Para él era más acertado decir “siento, luego existo”. En estos últimos tiempos sus ideas le llevaron a Sampedro a defender el movimiento de los indignados. Y yo también indignado lo visualizo mientras abandona este mundo conversando y debatiendo con la Thatcher.


viernes, 5 de abril de 2013

El amor mueve el mundo



La nueva novela de Kirmen Uribe tiene el sugerente y enigmático título que dice Lo que mueve el mundo. ¿Qué es lo que hace que este viejo mundo siga vivo? ¿Cómo sobrevive el ser humano pese a su enorme poder de destrucción? ¿Cuál es la fuerza que nos hace levantarnos airosos todos los días de la cama? ¿Qué motivación hace que nos sacrifiquemos en el trabajo para disfrutar después como más queremos? ¿En qué pensamos para que nuestra lucha y los esfuerzos merezcan la pena y tengan un sentido? En una entrevista concedida a un diario asegura el autor de la novela que desgraciadamente son el dinero y en general los mercados los responsables de mover a la gente. Sin embargo asegura Uribe que a él le gusta pensar más bien otra cosa. Confiesa que él como Freud, se inclina por pensar que es el amor el motor del mundo.

En estos días de fiesta me he dado el capricho de ir al cine. Y las películas que he visto reiteran la idea anterior de que el amor mueve montañas.  Esta flagrante realidad sin embargo esconde otras paradojas, riesgos y contradicciones. La tan premiada película Amour de Michael Haneke es testigo de ello. Se trata de una obra que nos presenta la vida de dos ancianos muy cultos para los cuales la vida guarda una última dura prueba. Su vasta cultura y el hecho de llevar toda la vida juntos se presentará como algo insuficiente para superar unas nuevas circunstancias. El amor cuando la protagonista se queda en silla de ruedas y con medio cuerpo paralizado se verá también transformado. La película muestra a unos personajes sin hipocresías y a la vez lanza al espectador la interrogación de qué es el amor en una situación tan desafiante. Asimismo, esta historia nos sugiere que una buena vida se merece o implica también una buena muerte. Muestra a la vez sin tapujos una sociedad que no está al servicio de dar una respuesta a las necesidades de la vejez y una buena muerte. Y es que ¿cómo funcionaría el mundo si se organizara para que las personas dieran un final digno a sus vidas?

La película Anna Karenina que es una adaptación cinematográfica de la obra de León Tolstói es también una cinta sobre el amor. Pero en este caso estamos ante un amor más pasional. La trama de la película nos lleva por los caminos que se abren con una relación amorosa fuera del matrimonio. La protagonista de la película, ignorante y a la vez sedienta de la vida alimentará su propio tormento cuando se enamora después de un largo viaje en tren entre Moscú y San Petersburgo. De nuevo en esta película el amor acabará por hablarnos de la muerte. Este filme es sobre todo un homenaje a la novela y por lo tanto lanza una invitación a leerla. El amor es pues una fuerza que mueve el mundo pero a la vez irónicamente puede matarnos por sus vericuetos. Por eso quizá el amor sabe tanto de la muerte. 

miércoles, 27 de marzo de 2013

Gabo y las flores







Si de manera popular se dice que para gustos están los colores, valdría también la expresión de que para gustos, las flores. Existen infinidad de esos seres de olores y colores diferentes que despiertan nuestra percepción sensorial. Y el aprecio hacia unas flores u otras se teje con los recuerdos que asociamos a una u otra flor. Ésta la relaciono con mi infancia, aquella tiene mi color favorito, al oler esta otra me viene un recuerdo maravilloso... Tampoco es nada desdeñable el hecho de que empleemos las flores para el adorno. “¿Me preguntas por qué compro arroz y flores?” preguntaba Confucio. “Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir”.

Las flores están íntimamente relacionadas con nuestras emociones. Todos tenemos nuestra flor favorita o recordamos aquella vez que alguien nos regaló un ramo de flores. Ese vínculo emocional despierta emociones subjetivas porque la misma flor puede hacer brotar sensaciones diferentes. Es muy típico por ejemplo escuchar que a alguien le gustan las rosas rojas. Con la misma flor otra persona pensará que las espinas de las rosas le evocan el dolor. Como decía aquella canción de Mecano, “...Y mientras me pinchaba/ me enseñó una cosa/ que una rosa es una rosa es una rosa...”. Cada flor sale en su debido tiempo. En invierno por ejemplo nos acompañan los tímidos pensamientos, cuyo nombre es muy evocador. También son de esta época las camelias que la marca de moda Chanel tan bien mitificó. En verano por otra parte, nos encanta ver los balcones adornados con geranios o petunias. Si vemos que una buganvilia adorna el exterior de una casa es probable que estamos cerca de la costa, lo que a más de uno la idea de esta calidez le atrae. Por el contrario, como las personas que dicen que lo mejor del sol es la sombra la hortensia prefiere lugares frescos y sombríos. Asimismo, a las calas les gusta la primavera y parece que su sencillez va acorde con la estética minimalista. ¡Y qué decir de los olores! De las flores que huelen el jazmín, el lirio o la lavanda nos recuerdan a perfumes florales. Y si hablamos de modas de flores, una flor que está de moda que parece venida de otra parte del mundo es la orquídea que complace gustos exóticos. El clavel es también otra flor típica de ramilletes. Y no podemos olvidar: las flores también se asocian con emociones negativas. Las flores de los cementerios nos evocan, claro está, la muerte.

No os voy a confesar cuál es mi flor favorita. Pero sí os diré que al colombiano Gabriel García Márquez le gusta el amarillo de las rosas de ese color. En este mes de marzo que se va ha cumplido 86 años y el día de su cumpleaños se dejó ver precisamente con un ramo de rosas amarillas y unas gafas enormes que le daban a su rostro un aspecto muy tierno y entrañable. Poco a poco se acerca el día de San Jordi y puede que estéis ya pensando qué libro comprar. Incluso puede que ya no regaléis una rosa y que vuestras deliberaciones os lleven a comprar un libro de Gabo. ¡Porque él sí que es la más hermosa flor de la literatura!

viernes, 22 de marzo de 2013

De mi invierno sale la primavera



Hoy es el primer viernes que nos encontramos en la recién llegada primavera. Y aunque todavía el invierno se hará notar al salir a la calle, en la factura del gas o en la naturaleza nada nos puede quitar la ilusión de que el sol, los días largos o el renacer de las flores silvestres bañen nuestras vidas de luz, color y optimismo. La arriba mencionada joie de vivre o lo que en euskera decimos con la sonora palabra bizipoza es más fácil que aflore en estos meses en los que despedimos al invierno.

¿Cuántas obras de arte ha inspirado la primavera? ¡Tantas que podríamos decir infinitas! Todos conocemos por ejemplo la obra de Las cuatro estaciones de Vivaldi en el que se interpreta la música que corresponde a la primavera. La obra pictórica La primavera de Sandro Boticelli es igualmente bien famosa. Incluso en obras abstractas más contemporáneas como las de Cy Twombly se han hecho eternas las cuatro estaciones. El apasionante canto del final del invierno de Zea Mays (Negua joan da ta) nos ha cautivado a todos. Pero en la poesía, siento predilección por estas palabras de  Friedrich Hölderlin donde hace una correspondencia entre la primavera y la liberación de los pesares del alma: Olvida el hombre las aflicciones del espíritu,/ Pues florece la Primavera, y casi todo es radiante/ El campo verde maravilloso se extiende/ Y por él brilla bajando la hermosura de un arroyo. /De árboles cubiertos se levantan montes, / Y en los abiertos espacios el aire es maravilla, / El amplio valle se extiende por el mundo/ Y torre y casa se recuestan en las colinas.

Con todas estas manifestaciones podríamos decir que la primavera es una metáfora de la superación de los inviernos de la naturaleza y también del alma. Uno puede salir fortalecido de las malas experiencias y llegar todavía con ilusión al mes de la luz y el verdor. Precisamente esta cualidad humana de superar la adversidad con fortaleza se denomina hoy en día científicamente con la palabra resiliencia. El conocido psiquiatra Boris Cyrulnik es uno de los que más conoce este tema y además en primera persona. Es conocida su obra en la que relata la superación de traumas infantiles. En una entrevista concedida a una revista sobre educación defendía el vencer el trauma por el arte. ¡Qué dos palabras, trauma y arte! ¿Ha hecho alguna otra cosa el arte que no sea eso? Los artistas hacen con sus vidas expresiones artísticas ya sea con una experiencia traumática o con la alegría de vivir. Todos no somos artistas como Vivaldi o Hölderlin, claro está, pero de alguna manera sí somos capaces de hacer algo con nuestros fantasmas en la medida de nuestras posibilidades. Esa capacidad de reverdecerse o renacer de las cenizas es como llegar a ser otro a la vez siendo el mismo. Igual que una muñeca rusa. Una tras otra van naciendo iguales y cada una dentro de otra.

Estas cosas escribo yo mientras mi madre lee o cose a mi lado. Ella realiza sus maravillas con sus telas e hilos de todos los colores mientras yo de alguna manera coso también con estas palabras. De esta manera, nuestros inviernos se hacen primavera.

Ilustración: Apel les Mestres 

viernes, 15 de marzo de 2013

Elogio de la lectura



Micah Albert ha ganado el World Press Photo en la categoría de Asuntos Contemporáneos por su imagen del vertedero de Nairobi. En esta ciudad de Kenia casi un millón de personas trabajan rebuscando entre mil toneladas de productos tóxicos como la muchacha que aparece en la imagen. Se trata de una fotografía que según el jurado transmite esperanza. Al parecer a la mujer recolectora de basura del vertedero de 30 hectáreas le gustaría tener más tiempo para leer los libros que encuentra. Micah Albert habló con la chica de la imagen y ella le contó que incluso le gusta leer catálogos industriales: “leer me permite hacer algo más que recoger basura todo el día”.

No sé si la foto transmite esperanza. Se dice que en los fotorreportajes no es muy frecuente encontrar imágenes que destilan esa ilusión. Para mí de lo que no hay duda es que se trata de imagen incómoda para nosotros. Nosotros no tenemos que ensuciarnos y poner nuestra salud en peligro para leer. No trabajamos en esas condiciones. Tenemos acceso a los libros como pocas veces en la historia. Gracias a internet no hay barrera ni excusa para no leer. Es sorprendente cómo nos podemos descargar en nuestros ordenadores desde libros publicados recientemente a títulos que han pasado a la historia de la literatura. Por esta razón me parece que la chica de la imagen nos debe de estar provocando o incluso insultando a todos nosotros que tan cómodamente podemos leer en nuestras casas. 

Para mí la fotografía es un elogio de la lectura. Las palabras cuando la chica asegura que leer es hacer “algo más” reflejan el inmenso mundo que se despliega cuando abrimos un libro ante nuestros ojos. De alguna manera, la lectura nos humaniza en un mundo en que corremos para cumplir como autómatas con nuestras obligaciones. Asimismo la fotografía es reflejo de lo que es la lectura: una cerilla en la oscuridad, una perla en la inmensidad del océano, una flor en el estiércol.  

¿Serviría esta fotografía para que nuestros alumnos se animaran a leer más? ¿Gracias a esta muchacha fomentaríamos la tan necesaria lectura entre nuestros estudiantes? ¿Conseguiríamos hacer llegar a nuestros hijos o alumnos con esta imagen tan explícita la compañía infinita de un libro entre nuestras manos? ¿Captarían ellos que esta chica viajaría a través de lo libros a mundos mejores que el vertedero de Nairobi? Encender la mecha de la lectura en la escuela es algo enigmático. A todo el mundo le espera un libro, un escritor, una voz que le cuenta aquello que más le gustaría leer o escuchar. A todos no nos han de gustar los mismos libros. Despertar la magia hacia la lectura es como una adivinanza, un misterio, un enigma que descifrar: ¿qué libro le despertará a esta persona la llama de la afición a la lectura? A esta chica le evadían del vertedero hasta los catálogos industriales. Sin lugar a dudas su testimonio acerca de la magia de la lectura sería toda una invitación a descubrir otros mundos, otras vidas, otros tiempos a través de los libros. La promesa en mitad de lo inmundo de una vida mejor.  

Fotografía: Micah Albert 

viernes, 8 de marzo de 2013

Bihotzetik igaro ondoren


Bada ingeles hizkuntzan nire lilura pizten duen espresio bat. Gaztealaniazko beste aditz baten etimologiarekin erlazionatuta dagoela esan genezake. Hauek biek memoriari egiten diote erreferentzia, zerbait gogoratzeari, hain zuzen. Ingelesez “learn by heart” esateak, izan ere, zerbait buruz ikastea esan nahi baitu, alegia, memorizatzea. Itzulpenaren esanahi literalari erreferentzia egiten badiogu, baina, espresioak ikasi beharreko hori bihotzarekin ikasi behar dela dio. Memoria eta bihotza, horrela, hurbileko bi termino bezala aurkezten zaizkigu. Jakina, bizitzan zerbait gogoratzeak pena merezi badu, sentimenduei lotuta dagoela iradokitzen digu esperientziak. Era berean, oker ez banago, gaztelaniaz “recordar” esaten dugunean, benetan zerbait bihotzetik igaro ondoren memoriara itsatsi dugula esan nahi du. Hau da, etimologikoki “recordar” hitzak bihotza jartzen du memoriaren eta gogoratu behar den horren artean. Horrela esplikatzen da: “recordari” aditz latindarra “re” (berriz) eta “cordis” (bihotza) elementuek osatzen dute. “Recordari” aditzak zerbait gogoratzeko, hori berriro bihotzetik igarotzera gonbidatzen gaitu.  Euskaraz, nik dakidala, ez dago memoriari horrelako erreferentzia poetikoa egiten dion espresiorik. Frantsesez ere “par coeur” (bihotzez) esaten omen da zerbait buruz ikasten denean. Memoriaren egoitza, pentsatzen baitzen bihotzean zegoela. 

Gaur egun zerbait buruz ikasteak ez du ospe edo begirune berezirik pizten. Eta ez da harritzekoa. Urte asko igaro dira zerbait ikastea, benetan ulertu ondoren zetorren barneraketa prozesu bat bezala ulertzeko. Hezkuntza munduan honi aprendizaia esanguratsua deitzen zaio eta jakintzak erlazioanatzea edo erakutsi-irakatsi prozesua ikasleak dakien eremu horretatik abiatzea suposatzen du. Ikuspegi honek ez du goraipatzen ikasketa mekaniko bat,  azterketa ondoren ikasleak memorian gordetakoa ahaztuko duela suposatuz eta buruz ikastea errepikapenean oinarritutako prozesu bat dela ikusiz. Zertarako zerbait memorizatu azterketa soil baterako, ondoren sekula santan ez gogoratzeko? Zerbait memorizatzeak ez du bermatzen ikasleak zerbait jakin badakiela.

Britainia Handiko gobernuak lehen hezkuntzako ikasleek, hain zuzen, olerkiak buruz ikas ditzaten neurriak hartzear dago: “learn by heart” delako hori nahi dute praktikan jarri poesiarekin. Apostu hau ez da berria baina indarra hartzen ari da eta Michel Gove Hezkuntza-idazkariak pil-pilean jarri du kontua. Ekimen honekin okerkari klasikoak mantendu nahi dira ikasleen memorian. Ukaezina da esan dugunarekin ekintza hau era bikoitzean dela iradokitzailea: poesia bihotzetik igarota ikastea, alegia. The Gurdian egunkariak adibidez, honen harira test bat egin du bere irakurleen artean. Poema bat aurkeztu ondoren hiru amaiera posibleen artean esaldi zuzena aukeratu behar da.

Poesia bihotzean eta garunean mantentzea bereziki erabilgarria izan da bestalde erregimen batzuetan zentsura neurriei aurre egiteko. Are gehiago: egoera zailetan buruz ikasitako poemak nolabaiteko aterpe eta edertasun edo itxaropenaren gotorleku bilakatu izan dira. Zirraragarria da, adibidez, Auschwitz ezagutu zutenen artean poesia eta superbibentziaren arteko harremanaren berri izatea. Beste elikagai batean bilakatu zen eurentzat poesia.

Baina gatozen gaur egunera. Gure eskoletan neurri hauek praktikan jarriko balira zer ikasiaraziko genieke gure haurrei? Zer nahiko genuke gure ikasleen memoria poetikoan gorde? Niri ez didate inoiz poema bat buruz ikastera gonbidatu eta are gutxiago behartu. Ez dut imajinatzen hemengo ministro edo sailburu bat horrelako ekimenetan murgilduta. Ez gara ingelesak. Nik aitortu behar dut ordea, ikasgaiak memoritzatzearen defendatzailea ez izanda ere, enbidia moduko zerbait ematen didatela.

Ilustrazioa: Pablo Amargo 

viernes, 1 de marzo de 2013

La metáfora de los 1200 millones



Me sucede a veces algo curioso que a muchos de vosotros os sonará seguro. Cuando escucho el final de una canción me viene automáticamente como un reflejo instintivo el inicio de otra melodía ya conocida. Ocurre esto cuando se ha disfrutado mucho una canción en el mp3 o en el reproductor del coche y uno aprende el orden de las canciones del aparato musical casi como el respirar. La memoria archiva estos detalles con misteriosa fidelidad. Es habitual que ocurra esto después de gastar una canción y hacer que se agote su goce al escucharlo. Es una decepcionante sensación cuando una canción nos ha encantado y acaba por cansarnos más tarde. Es verdad por otra parte que hay canciones que no se queman con el paso del tiempo o escucha tras escucha. Pasa a veces lo mismo con la ropa: hay algunos pantalones o camisetas que saben envejecer tan bien que siguen vistiéndonos temporada va, temporada viene. Acogemos con disgusto cuando esa chaqueta o esos zapatos se estropean mucho por el uso. ¡Ese abrigo que lo compré tal día y que lucí en tal ocasión! En parecidas tesituras nos encontramos  respecto a las canciones. ¡Aquella canción que me harté de escuchar en los exámenes, aquella melodía que escuchaba siempre recordando a una persona, o incluso esa otra canción que me consoló durante un mal de amores!

La música nos acompaña en los grandes momentos y etapas de nuestra vida (infancia, bodas o funerales) y también en la cotidianidad de todos los días.  Nos ayuda a expresar, ritualizar y canalizar las emociones y los hechos que nos acontecen. Nos permite  poner nombre y melodía a lo que no se puede contar o a lo que no se quiere contar de otra forma. ¡La música es un mar entero!  Quizá por eso no nos extraña escuchar a algunos que dicen rotundamente que no podrían vivir sin música. La propia palabra sin, nos revela que la música acompaña al que lo escucha de alguna manera. La radio es por eso tal vez, un medio que gusta tanto. Además, nunca se sabe lo que va a sonar y a diferencia de los mp3 mantiene el misterio del oyente. Y es que la vida es precisamente un no saber qué va a pasar, tal y como suenan las canciones en la radio.

Las letras de las canciones muchas veces se inspiran en la poesía. Y qué mejor que ella para contar lo que no se puede o no se quiere contar de otra forma. ¿Cómo expresaríamos, por ejemplo, musicalmente la crisis? Todavía no he escuchado una canción que hable de la recesión. Algo que por otra parte está en todas partes y se hace muy evidente en las calles. Abundan las tiendas vacías con carteles como “se alquila o se vende”, abundan también los bazares chinos y las tiendas con enorme cartel que dicen “Compro oro”, abundan los esqueletos de casas sin acabar. Esta melodía desgraciadamente nos suena a todos. De la misma manera que todos hemos aprendido la canción de que nuestros gobernantes tienen 1200 millones menos para los presupuestos de 2013. Estos números bien podrían ser metáforas para una canción. Si la música amansa a las fieras, quizá con ella haríamos trizas al monstruo terrible que se hace llamar crisis. 

Ilustración: Maurice Sendak 

viernes, 22 de febrero de 2013

Políticos creativos



¿Son nuestros políticos creativos? ¿Qué tipo de talento nos muestran en sus discursos, en el trajín parlamentario o en las entrevistas que conceden? ¿Deben nuestros políticos ser innovadores en su quehacer como líderes gubernamentales? ¿Es el medio donde se mueven los políticos un ámbito propicio para que surja la creatividad, el pensamiento divergente, la chispa de las buenas ideas? ¿Sienten ellos pasión por la labor de ejercer su trabajo como líderes del espacio público? Como diría el experto en creatividad y educación Ken Robinson: ¿están los políticos en su Elemento? 

La crisis económica parece que ha coincidido con la crisis política y puede que esto no sea una casualidad. Nuestros políticos están día tras día perdiendo la materia prima con la que se alimenta la interacción entre votantes y votados: la confianza. Pero lo cierto es que hace falta ser en el mal sentido de la palabra un pobre ingenuo para confiar como debe ser en nuestros políticos. Todos los días o casi todos los días sale algún caso de corrupción que añade más indignación al pensar de la sociedad y mancha de negro el espacio público donde se mueven nuestros políticos. No me negarán que no es irónico que cuando más necesitamos medidas políticas creativas para salir de la crisis, menos disponibles están nuestros líderes políticos para ofrecer lo mejor de ellos mismos.

La política igual que la actividad empresarial, educativa o científica puede y debe ser algo donde los políticos desarrollen su creatividad. Según Ken Robinson, la creatividad es el proceso de tener ideas originales que tengan valor. Lo sorprendente de la aportación de Robinson es que la creatividad es algo que se puede enseñar y por lo tanto aprender. Que uno esté en su Elemento significa que ha encontrado el punto de unión entre aptitudes naturales y las inclinaciones personales. Para que uno esté en su elemento se deben dar unas características y condiciones, a saber: uno debe mostrar capacidad y a la vez tener vocación, tiene que tener una actitud y se tienen que dar unas oportunidades. Pero sobre todo una de las claves es el medio donde la persona creativa se mueve. Es decir, según Robinson, normalmente las personas que utilizan la creatividad en el trabajo tienen algo en común: aman el medio en el que trabajan como el músico adora las melodías o el escritor las palabras. ¿Cuál es, entonces, el medio que han de amar o aman de forma espontánea los políticos donde además, sus habilidades han de ajustarse a las oportunidades?

Las tareas políticas se llevan a cabo si hay una previa vocación hacia ello. Uno debe nacer político y hacerse político. Y es verdad que cuando vemos a los líderes en las campañas electorales nos preguntamos cómo no se caen del agotamiento físico. Y si bien hay algunas claras excepciones de líderes carismáticos –sobre todo en el extranjero, Obama, por poner un ejemplo- lo que últimamente abunda en el espacio público son políticos sin esa conciencia vocacional del bien público. Más bien aprovechan su posición pública con engreimiento para el enriquecimiento privado. Son, claro está, políticos que no están en su Elemento ni dejan que el medio político se nutra de ideas innovadoras, confianza, principios a favor del bien común...

Fotografía: Chema Madoz

viernes, 15 de febrero de 2013

Ha nevado




Empezó como un juego y la costumbre de escribir aquí cada viernes se ha convertido para mí en un deber. Es decir, lo que era algo fruto de la cotidianeidad azarosa se ha vuelto en una disciplina semanal. Por eso semana tras semana me enfrento a la página en blanco. ¿Cuánto se ha escrito y hablado sobre el miedo, vértigo o bloqueo que provoca una página en blanco? Muchísimo. Yo también he vivido ese mal de altura aquí o en otras ocasiones en las que tengo que abrir un documento de Word para redactar algo. Y un truco de aclimatación para que uno se habitúe a ese temor al color blanco es primeramente hacer una pequeña tormenta de ideas para humanizar la página con notas o ideas. Y así lo hago yo.

Estos días de febrero nuestros montes y paisajes también se nos presentan de blanco. Y no quiero dejar escapar precisamente a la nieve sin mencionarla aquí y dejar constancia de ella como quien hace un muñeco de nieve o coge la pala para abrir el camino de entrada a la casa. He cogido la costumbre de incorporar a esta página los paisajes naturales que nos rodean y así la naturaleza se ha vuelto en tema para estos artículos. Por eso no puedo dejar pasar esta ocasión sin decir ¡qué bellos los bosques de pinos nevados e inmaculados! Ahora bien, la nieve también necesita de los elementos humanos para que no resulte demasiado invasora: una cabaña por donde sale el humo en mitad del monte nevado, el camino limpio que se abre en el paisaje blanco, lugareños que siguen con su vida normal sin que la nevada los aísle y los tape hasta desaparecer... Tiene que nevar, claro está, en las debidas circunstancias y con la mesura suficiente para que adorne nuestro entorno y solamente eso: embellecer el alrededor. Y así ha nevado últimamente: justamente para dejar la huella del invierno.

Sin embargo la nieve puede evocar otras circunstancias bien distintas. Así lo he podido comprobar recientemente en la obra de Jorge Semprún titulada La escritura o la vida. El autor narra lo que él llamará la vuelta a la vida después de ser liberado en abril de 1945  del campo de concentración de Buchenwald. En ese regreso a la vida el escritor recuerda una y otra vez las tormentas de nieve en el campo. Los mantos blancos de Semprún nos llegan como símbolos del horror vivido en Buchenwald. La nieve, recuerda al invierno vivido en los barracones, a los recuentos interminables, al frío y al hambre. En ese retorno a la vida Semprún tiene sueños –o pesadillas- donde siempre aparece la nieve. Una nieve que nos acerca y nos habla del monte Ettersberg y los bosques que rodeaban a Buchenwald donde no había pájaros por el humo del crematorio. La nieve, asociada a Semprún se nos presenta pues, acompañada de las peores connotaciones. No pretendo que la nieve se os presente como una pesadilla. Pero conviene tener diferentes puntos de vista de las cosas. Vamos, que si me llamo Edurne y soy leal a mi nombre no puedo pasar esta ocasión sin dejar que nieve también en este blog...

En la imagen: Jorge Semprún

viernes, 8 de febrero de 2013

Igande arratsaldeak



Asteko egun bakoitzak bere poetika propioa dauka. Eta egunak izatez berdinak badira, egutegian begiratuta  oso bestelakoak presentatzen zaizkigu. Izaera propio honetatik ihes egitea gainera oso zaila da “normala” deitzen diogun bizimodua jarraitu nahi duen edonorentzat. Oinarri hau kontutan hartuta liluratuta utzi ninduen behin Ramón Eder idazlearen aforismo batek. Hain hitz gutxiz osatutako esaldi esanguratsuak honela zioen: “pertsonaren izaera igande arratsaldeetan garatzen da”, “el carácter se forma los domingos por la tarde”. Esaldi sinple honek bere baitan gauza konplexu asko gordetzen ditu. Ez al da, ba, izaera oso alderdi desberdinetatik eta ikuspuntu anitzetatik juzgatu daitekeen zerbait? Goizek eta arratsaldeek ere ez al dituzte gauza ezberdinak iradokitzen?  Eta igandeari dagokionez zer esanik ez: nola konpara genezake astearte bat, larunbatarekin? Nola ulertu berdinak direla osteguna eta astelehena? Eta ostirala edo igandea? Ez nabil lan egunak edo gorriz jantzitako egunak bakarrik konparatzen. Haratago doan zerbaiten ebokazioa somatzen dut Ramón Ederren hitzetan. Nik behintzat esaldi hura irakurri nuenean “nire igande arratsaldeak” ekarri nituen memoriara. Eta jabetu nintzen zentzua bilatzen niola aforismoari., jakina, zentzu poetiko bat. 

Hain bilakatu da niretzat esaldi mamitsua igande arratsaldea eta izaera elkartzen dituena, asteko azkeneko egunaren arratsetan nire burua behatzeari ekiten diodala. Norekin pasatuko dituzu ordu horiek? Zer egingo duzu? Nora joango zara? Zer jantziko duzu? Zer jango? Zer entzun? Horrela, astearen hasieraren atariko ordu horiek oso neureak egin ditut. Era zeharo posesiboan deskribatu ditudan ordutxoak askatasuna arnas dezaten saiatzen naiz. Alegia, deskantsatzeaz eta nire buruari dedikazio bat eskeintzeaz gain, libertate orduak sorrarazteari ekiten diot, nire izaera askatasunaz elikatuta egotea posible bada, horrela izan dadin. Hau esanda, ez nuke astakeria bat esango, libertate ordu horiek bai haurra eta baita heldua dena hezi egiten dutela azpimarratuko banu. Heziketa informal hau serio hartzeko zerbait dela gogorarazten dit, ba, igande arratsaldeen aforismo horrek.

Hain zuzen igande arratsalde batean beste hitz batzuk heldu zitzaizkidan heziketa informal honekin erlazionatutakoak. Bernard Shaw idazlearenak dira hitzok: “Txiki-txikitatik nire heziketa moztu beharra izan nuen eskolara joateko”, “desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela”. Heziketa formala bezain indartsua edo eraginkorragoa baita heziketa informala eta igande arratsaldeak, adibidez, ekintza horietara dedikatzeko ezin hobeak baitira. Esate baterako, irakurtzea edo pelikulak ikustea maite dutenek ziur ulertzen dutela zer esan nahi dudan heziketa informalarekin. Alegia, liburuek edo filmeek norberaren izaera garatzen dutela esatea zerbait zentzuduna dela esango nuke.

Beste behin Paulo Coheloren liburu batekin Philiph Pullman idazlearen hitzak erregalatu zizkidaten. Horrela, liburuen defentsa egiten zuen heziketa informalaren aldeko deklarazio bat irakurri nuen: “ez dugu zer den zuzena eta zer ez den zerrendarik behar. Behar duguna liburuak, denbora eta isiltasuna dira”. Hau guztia esan eta gero asmatuko zenuten jada, igande arratsaldeak irakurtzen igarotea oso plan ona iruditzen zaidala. Eurei, idazleei, nire izaera gorpuzten uztea ideia ezin hobea dela iruditzen zait.. Ez al da ba liburu baten orriak pasatzea libertatearen haize bolada bezalakoa? 

Argazkia: René Burri

viernes, 1 de febrero de 2013

Fracaso social



¿A dónde nos llevará todo esto? O mejor dicho, hay que puntualizar: ¿a dónde tendremos que ir los jóvenes? Se habla de ello tanto en la calle como en los medios de comunicación  o en las conversaciones de madres preocupadas por sus hijos. La emigración se está convirtiendo en una alternativa real para muchos recién titulados (o no tan recién titulados) que se encuentran sin trabajo. Ingenieros, biólogos, científicos, enfermeras, arquitectos, maestros,... parece que no hay profesión que se libre del azote de la crisis económica. Y Alemania debe de ser uno de los destinos europeos que más  posibilidades de futuro ofrece.

¿Qué nos viene encima? Reflexiono de una manera más general y me pregunto qué época hemos estrenado con el estallido de la crisis financiera. ¿Es esta recesión un síntoma de que estamos entrando en otra era?  Por poner un ejemplo, pienso en la caída de los ideales humanistas que junto con otros muchos factores unidos a las crisis económicas hicieron que el Renacimiento se acabara para dar inicio a la época del Barroco. ¿Estamos asistiendo a un proceso similar?

Todos los jóvenes tan bien formados deben de estar igualmente frustrados con el único pensamiento de qué habrán hecho ellos para “fracasar”así. Personas (y familias) que se han sacrificado para realizar unos estudios superiores y que han dedicado tiempo y esfuerzo al sueño de llegar a dedicarse a una profesión de su gusto y para lo cual han desarrollado su talento dudan ahora de toda esa inversión de años. ¿Pero no debería ser ese sentimiento de derrota más bien social? Precisamente es la sociedad la que no es capaz de integrar el talento en su maquinaria interna. Y además no escuchamos por ningún lado un signo de preocupación por la fuga de inteligencia más necesaria que nunca para salir de la crisis.

Leo a Manuel Vicent en la prensa dominical que habla de la diáspora al referirse a los cerebros que España ha tirado y está tirando por la borda al permitir que fructifiquen lejos de aquí. Sin ir más lejos, Vicent se sitúa en la época del final de la Guerra Civil cuando los mejores escritores, científicos e intelectuales tuvieron que exiliarse en otros países. ¿No es esta comparación signo de que estamos atravesando una época de muchos cambios? Leo también en su artículo semanal a Javier Marías –que de lo que acabo de hablar sabe bastante por experiencia propia- y dice que valora agradecidamente cualquier signo de optimismo en esta época de bajas esperanzas de futuro. Marías asegura al recordar la época franquista que de peores situaciones hemos sabido salir. Ambos escritores emplean comparaciones con el pasado reciente que nos asustan bastante pero es bueno dejarse llevar por el pensamiento de que a una época de recesión le sigue otra de bonanza. No obstante es sano también caer en la cuenta de que todos esos jóvenes que se marchan lo hacen sobre todo porque se les deja marchar y además nadie se avergüenza.

Imagen: Dorothea Lange

viernes, 25 de enero de 2013

Esa luz crepuscular



Según van pasando los viernes en los que acudo a esta página tengo la impresión de que mis palabras son como imágenes de un calendario. De alguna manera son testigos del paso del tiempo, el transcurrir de la vida –en este caso de mi vida- y sobre todo la trasformación de la naturaleza. Así, hemos visto juntos a través de estos artículos los días de playa del verano o los paseos otoñales por el bosque. Se podría decir, en este sentido, que mis palabras forman un calendario de imágenes propiamente tradicionales. Me he salido poco de lo que comúnmente corresponde a cada época del año o circunstancias coyunturales. De esta manera en cada época o estación del año hemos visto o vemos lo que la naturaleza nos muestra con sus fotografías estivales o llantos en forma de caída de hojas otoñales.  

Y de esta manera, si continúo con el patrón que he seguido hasta hoy en este 25 de enero de 2013 me gustaría trasladar la mirada en este artículo a estas tardes-noches en los que cada día estamos ganando segundos, minutos, horas de luz. En esta línea, me encanta cuando llega esta parte del año en los que la recuperación de la luz nos hace un poquito más fuertes. Y es que es imparable la influencia positiva que ejerce en todos nosotros la luz. ¿Hay alguien quien no quiere beneficiarse de los tardíos anocheceres cuyo influjo nos afecta en nuestra alegría de vivir? Por decir de otra manera, esa luz crepuscular de las tardes-noches de enero que parece resistirse tímidamente a extinguir es una preciosa metáfora de la fuerza de lo pequeño: lo que poco a poco se amontona en forma de insignificantes segundos de enero o febrero se convierte para mayo o junio en una categórica fiesta de luz que nos invita a la fiesta y a la voluptuosidad veraniega.

Cada día cuenta. El calendario se hace día a día y estas palabras son al menos una huella de que viernes tras viernes la vida sigue adelante: mi vida, la tuya, nuestra vida. Y esta página de manera incontestable se quiere dejar llevar por el espíritu de esos mínimos instantes de luminosidad de las tardes-noches de enero.

Una forma de hacer más consciente ese paso de los días es escribir en un diario. Eso practicó precisamente durante su vida la escritora Virginia Woolf (1882-1941). Y ahora la universidad de Sussex ha comprado los diarios de bolsillo de los últimos 11 años de vida de la célebre autora. Unos años que desgraciadamente estuvieron influenciados por la enfermedad. Un padecimiento que hizo que la vida de Woolf estuviera más iluminado por los ínfimos instantes de luz de enero que por la rabiosa y cegadora luminosidad de julio. En todo caso, esos pesares no hicieron sombra a una trayectoria literaria que ha asombrado e influenciado a los más grandes de la literatura. Quizá por eso la obra de Woolf sea como esa luz crepuscular de enero que fascina pero también estremece.

 Imagen: Gaspar David Friedrich


viernes, 18 de enero de 2013

Duelo entre palabras



Yo también estoy en crisis desde que ciertos columnistas han dejado de escribir para algunos periódicos. Ya saben, la crisis ha arrasado con todo el sector de la comunicación y los periodistas, claro está, no están en ningún caso en la época de hacer su agosto. Para mi enorme disgusto algunos de mis columnistas de cabecera se han retirado de las líneas de los rotativos y han dejado sin norte ni sur a una de sus lectoras y a la vez servidora de esta página. Evidentemente puedo seguir respirando, caminando y haciendo mi vida normal sin ellos pero...

Valgan estas líneas para hacer más dulce esta especie de duelo. Y quizá parezca algo exagerado para algunos emplear una palabra que apela al luto pero es que mi vida era más completa con ellos. Amanecía los días con la ilusión de encontrar entre sus palabras un poquito más de luz que hiciera mi vida más llevadera y estuviera bendecida con más dignidad. Algunos de los escritores de estas columnas me sorprendían paradójicamente con profundas reflexiones que cabían en el espacio de una simple mano. Me hacían estar más al día de lo que ocurría alrededor y me ayudaban a formar mis opiniones. Incluso algunos días me despertaba de la cama con el estímulo de leer a los que no sólo escribían columnas periodísticas, sino a los que también me ayudaban a edificar esas otras columnas del pensamiento.  

Estos escritores son probablemente los responsables morales de que yo también me atreva con estos articulitos de los viernes. Esto me lleva a hacer mi vida más atenta a los detalles de todos los días ya que aquello que me rodea puede convertirse en tema para desarrollar en este blog. Imagino así el trabajo que suponía a mis columnistas escribir las columnas que tanto me gustaba leer. Recuerdo cómo una de ellas relató un día la historia sobre el elixir de la felicidad que vendía el doctor Dulcamara. ¿No os parece fascinante que algo como una bebida nos lleve a una vida plena? Decía la escritora con un tono bromista que  no descartara el lector que ella misma se convirtiera también con sus artículos en una doctora Dulcamara o vendedora de la maravilla de la esperanza. Y así fue para mí: vivía instantes de felicidad mientras leía sus artículos.

La crisis ha llegado a todas partes. Las frases como “sin periodismo de calidad no hay democracia” o las sentencias que recuerdan que un buen periodista ante todo vela por una sociedad más libre y crítica no han valido para resistir al embate de la tormenta financiera. Esto hace aún más evidente la realidad de que los propios valores actuales deben ser revisados. Pero es más, la propia democracia está más pobre y débil si los faros que la iluminan y los portadores de la confianza que la nutren están apagados y callados. Averigüe el lector quiénes eran pues, esos faros que me iluminaban con sus artículos...

Fotografía: Chema Madoz

viernes, 11 de enero de 2013

El abismo del silencio



Cuando se apagan el móvil, la televisión, el mp3, la radio, el coche, la aspiradora, la secadora, la lavadora... dejan de sonar esas músicas tan cotidianas como modernas y nuestras. Es entonces cuando en ese silencio empieza a sonar el propio silencio. Y de alguna manera se abre el abismo porque nuestra propia voz interior empieza a escucharse con más facilidad. Y es que a veces es fantástico encontrar “una conversación” con nosotros mismos, ordenar nuestros pensamientos, reflexionar sobre un asunto que requiere tiempo. El silencio, en este sentido, es muy creativo porque se vuelve reflejo de lo lleno que está el vacío. Comprobar esto con nosotros mismos es una costumbre no muy arraigada en estos tiempos de modernidades ultrasonoras.

Sin embargo tiene su punto descubrir algo en el silencio más absoluto, o recordar a alguien o a algo mientras nos escuchamos. Así, cuando lo que vamos a “oír” nos gusta resulta revelador y placentero escuchar esa serenata. Sin embargo, puede ocurrir también que lo que vayamos a escuchar nos moleste, nos inquiete, nos ponga nerviosos y precisamente busquemos ruido para esquivarnos a nosotros mismos. Quizá porque en ese silencio se abre un abismo o barranco desagradable. En ese caso resulta de gran ayuda recurrir a todos los aparatejos modernos y ruidosos que nos evitan escuchar esa voz interior. Visto, por tanto, el silencio como abismo podemos decir que lo deseable es que ese silencio sea al menos, no-desagradable.

Diría yo, además, que la voz interior es más sabia de lo que pensamos o de lo que somos conscientes. ¿Por qué nos vienen, entonces, más pensamientos e ideas cuando estamos en silencio? ¿Por qué se necesita, si no,  el silencio para concentrarse de verdad? Ahora bien, no estoy defendiendo aquí el silencio del propio silencio o el silencio del ruido. Simplemente que hay que mantener vivo la voz interior. 

Os invito, pues, a que descubráis cuál es vuestro silencio. Porque cada cual tiene el suyo propio. Podríamos llamarlo como “abismo del silencio”. Y es que el silencio invita a soñar. A soñar, además, despiertos. Porque es cierto, que los sueños que de verdad deberían importar son aquellos sueños que los hacemos conscientes. Además con los tiempos que corren, soñar debe ser uno de los pocos placeres que se puede hacer gratis.  

Fotografía: Steve McCurry 

viernes, 4 de enero de 2013

El móvil de Cenicienta



¿Qué nos pasa a muchos cuando salimos de casa sin el teléfono móvil? ¿Qué sensación se adueña del cuerpo al darnos cuenta después de revisar el bolso que hemos olvidado el moderno aparato en casa? Estas preguntas tienen su sentido puesto que a mí también como a muchos me sucede que siento una falta irremediable cuando en un casual despiste me dejo el móvil en casa. Ocurre algo parecido en ese instante en que se me acaba la batería y el móvil se queda inservible o muerto hasta nuevo aviso o nueva recarga. Esta patológica obsesión por llevar siempre conmigo el móvil me lleva a comprobar que lo llevo conmigo continuamente. Por ejemplo parece incluso que hago el gesto de cerciorarme que llevo un arma debajo del abrigo cuando intento tocar el móvil en el bolsillo. Asimismo se ha convertido una estrategia clásica pedir a alguien que nos llame al móvil para saber que el instrumento va con nosotros o encontrarlo siguiendo el sonido de las llamadas. ¿A dónde nos llevará tanta dependencia tecnológica?
Cómo me gustaría poder leer por un agujerito los mensajes que se habrá intercambiado la gente en este nuevo inicio del año. Desde luego muchas palabras carecerían de la originalidad deseada pero otras muchas sin duda reflejarían las grandes preocupaciones y deseos de la gente en unas pocas palabritas. El colapso que sufren las líneas en el inicio del año es reflejo desde luego que hemos olvidado qué era eso de pasearnos por el mundo sin el teléfono móvil.
Este hecho me lleva a tener un nuevo propósito para este 2013: aprender o al menos recordar de vez en cuando qué era eso de salir de casa sin el móvil. Sospecho que puede provocar eso una cascada de libertad. Sin embargo es verdad que puede asaltarme el temor de que me pase algo y no tenga el móvil a mano. Además si tenemos en cuenta que iniciamos un año que acaba con el número 13  puede que a más de un supersticioso eso no le parezca una buena idea. 
Como un antídoto para esas supersticiones puede ser una buena idea llenar el bolso con un buen libro y dejar el móvil en casa sin problemas. El pasado 20 de diciembre sin ir más lejos se cumplió el aniversario de la edición en el año 1812 de la primera publicación de los hermanos Grimm. Se trata de la obra titulada Cuentos infantiles y del hogar, un clásico de la literatura infantil que bien puede gustar a los adultos igualmente. Por desgracia este aniversario ha servido también para sacar a la esfera pública el debate sobre el supuesto sexismo de los cuentos infantiles. Dicen algunos que es necesario “dosificar” estos cuentos. Para mí sin embargo, un buen libro es aquel que en todo caso deseas dosificar para que no se acabe nunca. Este es el caso de la obra de los autores de Cenicienta, quien no tenía un teléfono móvil a mano para avisar que llegaba tarde a casa...
Fotografía: Chema Madoz