¿Qué nos pasa a muchos cuando
salimos de casa sin el teléfono móvil? ¿Qué sensación se adueña del cuerpo al
darnos cuenta después de revisar el bolso que hemos olvidado el moderno aparato
en casa? Estas preguntas tienen su sentido puesto que a mí también como a
muchos me sucede que siento una falta irremediable cuando en un casual despiste
me dejo el móvil en casa. Ocurre algo parecido en ese instante en que se me
acaba la batería y el móvil se queda inservible o muerto hasta nuevo aviso o
nueva recarga. Esta patológica obsesión por llevar siempre conmigo el móvil me
lleva a comprobar que lo llevo conmigo continuamente. Por ejemplo parece
incluso que hago el gesto de cerciorarme que llevo un arma debajo del abrigo cuando
intento tocar el móvil en el bolsillo. Asimismo se ha convertido una estrategia
clásica pedir a alguien que nos llame al móvil para saber que el instrumento va
con nosotros o encontrarlo siguiendo el sonido de las llamadas. ¿A dónde nos
llevará tanta dependencia tecnológica?
Cómo me gustaría poder leer por un
agujerito los mensajes que se habrá intercambiado la gente en este nuevo inicio
del año. Desde luego muchas palabras carecerían de la originalidad deseada pero
otras muchas sin duda reflejarían las grandes preocupaciones y deseos de la
gente en unas pocas palabritas. El colapso que sufren las líneas en el inicio
del año es reflejo desde luego que hemos olvidado qué era eso de pasearnos por
el mundo sin el teléfono móvil.
Este hecho me lleva a tener un nuevo
propósito para este 2013: aprender o al menos recordar de vez en cuando qué era
eso de salir de casa sin el móvil. Sospecho que puede provocar eso una cascada
de libertad. Sin embargo es verdad que puede asaltarme el temor de que me pase
algo y no tenga el móvil a mano. Además si tenemos en cuenta que iniciamos un
año que acaba con el número 13 puede
que a más de un supersticioso eso no le parezca una buena idea.
Como un antídoto para esas
supersticiones puede ser una buena idea llenar el bolso con un buen libro y
dejar el móvil en casa sin problemas. El pasado 20 de diciembre sin ir más
lejos se cumplió el aniversario de la edición en el año 1812 de la primera
publicación de los hermanos Grimm. Se trata de la obra titulada Cuentos
infantiles y del hogar, un clásico de la literatura infantil que bien puede
gustar a los adultos igualmente. Por desgracia este aniversario ha servido
también para sacar a la esfera pública el debate sobre el supuesto sexismo de
los cuentos infantiles. Dicen algunos que es necesario “dosificar” estos
cuentos. Para mí sin embargo, un buen libro es aquel que en todo caso deseas
dosificar para que no se acabe nunca. Este es el caso de la obra de los autores
de Cenicienta, quien no tenía un teléfono móvil a mano para avisar que llegaba
tarde a casa...
Fotografía: Chema Madoz
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