Me sucede a veces algo curioso que a muchos de vosotros os
sonará seguro. Cuando escucho el final de una canción me viene automáticamente
como un reflejo instintivo el inicio de otra melodía ya conocida. Ocurre esto
cuando se ha disfrutado mucho una canción en el mp3 o en el reproductor del
coche y uno aprende el orden de las canciones del aparato musical casi como el
respirar. La memoria archiva estos detalles con misteriosa fidelidad. Es
habitual que ocurra esto después de gastar una canción y hacer que se agote su
goce al escucharlo. Es una decepcionante sensación cuando una canción nos ha
encantado y acaba por cansarnos más tarde. Es verdad por otra parte que hay
canciones que no se queman con el paso del tiempo o escucha tras escucha. Pasa
a veces lo mismo con la ropa: hay algunos pantalones o camisetas que saben
envejecer tan bien que siguen vistiéndonos temporada va, temporada viene.
Acogemos con disgusto cuando esa chaqueta o esos zapatos se estropean mucho por
el uso. ¡Ese abrigo que lo compré tal día y que lucí en tal ocasión! En
parecidas tesituras nos encontramos
respecto a las canciones. ¡Aquella canción que me harté de escuchar en
los exámenes, aquella melodía que escuchaba siempre recordando a una persona, o
incluso esa otra canción que me consoló durante un mal de amores!
La música nos acompaña en los grandes momentos y etapas de
nuestra vida (infancia, bodas o funerales) y también en la cotidianidad de
todos los días. Nos ayuda a expresar,
ritualizar y canalizar las emociones y los hechos que nos acontecen. Nos
permite poner nombre y melodía a lo que
no se puede contar o a lo que no se quiere contar de otra forma. ¡La música es
un mar entero! Quizá por eso no nos
extraña escuchar a algunos que dicen rotundamente que no podrían vivir sin
música. La propia palabra sin, nos revela que la música acompaña al que
lo escucha de alguna manera. La radio es por eso tal vez, un medio que gusta
tanto. Además, nunca se sabe lo que va a sonar y a diferencia de los mp3
mantiene el misterio del oyente. Y es que la vida es precisamente un no saber
qué va a pasar, tal y como suenan las canciones en la radio.
Las letras de las canciones muchas veces se inspiran en la
poesía. Y qué mejor que ella para contar lo que no se puede o no se quiere
contar de otra forma. ¿Cómo expresaríamos, por ejemplo, musicalmente la crisis?
Todavía no he escuchado una canción que hable de la recesión. Algo que por otra
parte está en todas partes y se hace muy evidente en las calles. Abundan las
tiendas vacías con carteles como “se alquila o se vende”, abundan también los
bazares chinos y las tiendas con enorme cartel que dicen “Compro oro”, abundan
los esqueletos de casas sin acabar. Esta melodía desgraciadamente nos suena a todos.
De la misma manera que todos hemos aprendido la canción de que nuestros
gobernantes tienen 1200 millones menos para los presupuestos de 2013. Estos
números bien podrían ser metáforas para una canción. Si la música amansa a las
fieras, quizá con ella haríamos trizas al monstruo terrible que se hace llamar
crisis.
Ilustración: Maurice Sendak
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