Nos pasamos la vida soñando dormidos. Y además la
experiencia de dormir no es aprovechable para ninguna actividad consciente. ¿No
es esto paradójico y frustrante? ¿Bajo que términos es razonable pensar que
necesitemos tanto tiempo para descansar? Sólo desde el punto de vista de la
salud. Así estamos hechos. Se dice que el ser humano sólo sobreviviría tres
días sin dormir. No hay nada como un sueño reparador que nos resucita para
encarar como es debido un día normal de trabajo y responsabilidades. Soñar
dormidos no repercute en nuestra vida nada más que para estar más descansados y
con la mente lúcida. Ni siquiera nos podemos guiar por nuestros sueños como
algunos personajes bíblicos en la vida diaria. Lo que verdaderamente importa y
es determinante es lo que soñamos despiertos y conscientes. Este tipo de sueños
son unos de los grandes motores del mundo.
¿Cuántas personas afanosas desearían que el día les diera
más de sí para perseguir esos sueños? Bien para hacer unos estudios anhelados,
para viajar a alguna parte del mundo, para entrenarse y conseguir un viejo
deseo o entregarse a sus aficiones de siempre. La literatura es como el arte un
espacio donde quedan reflejadas las grandes preocupaciones y problemas de una sociedad.
Las letras sostienen además, y nos cuentan los sueños y anhelos de la gente. La
literatura permite soñar, conversar con una
parte-de-ti-que-habla-a-otra-parte-de-ti. Un libro es incluso, en sí, un sueño
cumplido por un escritor. Algo que condensa intrínsecamente años de trabajo y
reflexión de una persona. Un libro nos cuenta por decirlo de alguna manera el
tiempo: días, meses, años de trabajo de una persona. Un libro, requiere,
asimismo tiempo también para leerlo aunque mucho menos que para escribirlo. Y a
veces me pregunto por qué el tiempo de la lectura literaria va tan lento. Leer
con detenimiento, rigurosidad y disfrute un libro requiere de tiempo libre. Más
tiempo libre de lo que disponemos.
Hay que ver cuánto tiempo perdemos (o pasamos) en los intervalos entre una actividad y
otra. Es decir, los minutos u horas antes de dormir, de camino al trabajo o a
casa, o por supuesto, haciendo las labores del hogar. Todos estos tiempos, se
podría pensar, son tiempos muertos o los tiempos también necesarios para la
vida. Hay alguno que incluso pensará que la lectura forma también parte de esos
tiempos muertos de la vida. A otros sin embargo la lectura les alimenta tanto o
más que la comida. Pero, ay, no se puede de momento comer un libro como un
bocadillo. Lo peor de todo es que no se dispone de tiempo para leer todo lo que
uno desearía. Uno no podría leer todo ni incluso quitando las horas al
divino sueño. Por eso al elegir un libro para leer uno debe considerar esto y
preguntarse: ¿podría morir tranquila sin haber leído este libro? Pues la vida
dura un sueño...
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