viernes, 26 de abril de 2013

Poetas en paro



Me llamó la atención un graffiti que me topé en la calle. Deambulaba por Donostia entre árboles, edificios, semáforos y mis elucubraciones del momento cuando leí “hay demasiados poetas en paro”. El pensamiento que me vino ipso facto fue que se trataba de una reivindicación de algún talentoso de la palabra y el verso que no encuentra trabajo. Sin embargo al pensar dos veces la frase reflexioné más bien otra cosa: ¿acaso hay poetas ejerciendo su trabajo y cobrando su sueldo como poetas? ¿No es la poesía el-oficio-por-amor-al-arte en mayúsculas? ¿Qué poeta se permite vivir cómodamente de los poemas que escribe? En otras palabras, ¿quién carajo lee poesía?

“Hay demasiados poetas en paro” me pareció pues una evidencia, aunque una obviedad, claro está, muy poética. Por supuesto, ¡cómo los poetas no iban a estar sin trabajo! Así, percibí después otra verdad latente y viva en la frase: una cosa es estar en paro y otro asunto es no trabajar. En este sentido, podríamos decir que prácticamente todos los poetas están condenados a estar en paro como poetas. No obstante, el verdadero poeta nunca deja de trabajar y contribuir a los demás. Por lo tanto, pensaríamos que la frase en cuestión aflora la realidad de que los poetas están en paro aunque sugiere que nunca abandonan su oficio como poetas.

Es muy conocida la historia infantil del ratón con temperamento y sensibilidad de poeta llamado Frederick. El autor del cuento, Leo Lionni, relata así el trascurso de los días de unos simpáticos ratones que trabajan sin parar antes de que llegue el invierno. Trabajan todos menos Frederick:  “Y tú, por qué no trabajas, Frederick?, preguntaban los demás. “Yo trabajo” les respondía Frederick. “Recojo rayos de sol para los días fríos del invierno”. En otra ocasión le reprochan de esta manera: “¿Estás soñando, Frederick? Oh, no. Estoy reuniendo las palabras porque los días de invierno son muchos y largos y se agotarán las cosas de que hablar”. Y es que Frederick hace otro tipo de acopio: lo suyo son las palabras, los colores, la luz del sol, en fin, la vida más allá de las obligaciones y deberes que cumplimos como autómatas, la verdad esencial de las cosas, el valor de lo que no tiene valor.

“Hay demasiados poetas en paro” invita también a hacernos preguntas de otra manera. La palabra del graffiti “demasiados” reclama al transeúnte que, en efecto, el poeta está demasiado poco considerado en la sociedad. Poetas, paro, paro, poetas, son palabras que van también demasiado unidas. Pero poesía y trabajo son como bien nos enseña el cuento de Frederick dos palabras que se entienden a las mil maravillas. Un poeta escribe poemas porque no sabe no escribir poemas. Se mueve en el mundo de las palabras como el marino trabaja en la mar y necesita la mar para vivir. Por eso nacer poeta debe de ser algo similar a tener un talento y a la vez padecer una condena de por vida. Es una vocación ignorada que se ejerce sin esperar nada a cambio y quizá por eso es tan valiosa. Me pregunto quién desparramaría con spray esas sugerentes palabras en mitad de la calle.


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