En un fragmento de la novela Orlando de Virginia
Woolf, la extraña palabreja “Rátigan Glonfobú” significa algo muy concreto. Los
miembros de un matrimonio que se telegrafían emplean esta expresión para que se
comuniquen sin que el operador se entere de nada. Así cuando uno de ellos
escribe “Rátigan Glonfobú” viene a decir que se encuentra “en un estado
espiritual complejísimo”. De esta manera logran comunicarse los personajes de
la novela en dicho pasaje. No cabe duda de que es paradójico que algo profundo
y difícil de expresar que se resiste al lenguaje sea a la vez posible reflejar
con dos palabras simbólicas. Pero muchas veces unas pocas palabras reflejan
todo un mundo. Diríase que al igual que una imagen vale más que mil palabras,
una frase o una expresión vale también o tanto como mil palabras. O al menos
esa ilusión de logro nos crea a los hablantes. Gracias a estas realidades
existen por ejemplo los refranes o los aforismos. ¿No transmiten ellas las
lecciones de la sabiduría popular o vislumbran como la luz de un rayo la
esencia de algo complejo? Sin duda todos vivimos en la vida cotidiana momentos
rátiganglonfubianos en los que resumimos a veces de manera torpe u otras veces
de manera más ingeniosa el espíritu de un pensamiento.
En la calle por ejemplo es el graffiti el que
espontáneamente refleja los acontecimientos de la gente o las reflexiones
urbanas llenos de colores. La novela La fiesta en la habitación de al lado de
Mariasun Landa por ejemplo inicia sus capítulos con las expresiones de
graffitis que leía la escritora en sus años de estudiante en París. Gusta
encontrarse con expresiones de las calles parisinas revolucionarias de
entonces.
Sospecho que en internet son las redes sociales las que
recogen y transmiten esas reflexiones compactas de las personas. Es asombroso
la cantidad de mensajes que se tejen en Twitter usuario va, usuario viene.
Facebook tampoco se queda atrás. El apartado donde la gente pincha un “me
gusta” es una especie refranero o “megustanero” contemporáneo. Algunas de las
frases que aparecen en esta conocida sección apelan precisamente a los
refranes. Así reza una archiconocida sentencia de Facebook que recuerda a “ojos
que no ven, corazón que no siente”. Dice así: “Corazón que no ve Facebook que
te lo cuenta. Otra frase de la red que sintetiza un sentimiento extendido de la
fugacidad de la vida es “he vivido en 4 décadas, 2 siglos y en 2 milenios... y
sólo rondo los 20”. Hay en la red palabras retóricas como “querido verano,
¿puedes llegar ya? Gracias”, juegos de palabras ingeniosos como “si hay que ir
a Ikea se va pero ir para nada estantería” o también frases humorísticas como
“Rajoy es el único español que sabe decir correctamente Bershka”. El “me gusta”
que dice “¿cómo es posible que la duquesa de Alba tenga novio (ahora marido) y
yo no?” invita igualmente a la risa.
Incluso hay quien aprovecha estas frases para algo más peliagudo: “Un
saludo a mi ex que revisa mi Facebook a diario”.
Todo esto no sería posible sin la libertad de expresión.
Estas palabras gozan de la permisividad que no disfrutaban los que inventaron
“Rátigan Glonfobú” para esquivar al operador de telégrafos. Pero no os fascina
¿el eterno afán de las personas por expresar, inventar y glonfubear?
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