viernes, 18 de marzo de 2016

¡Ese abrazo!


Qué paradójica nuestra existencia, que nuestro cuerpo responda con el cansancio o las alergias ante el despertar de la naturaleza. A ese estallido de vida a nuestro alrededor. Es, en efecto, contradictorio que el entorno primaveral invite a la expansión, al color, a salir afuera y que nosotros perezcamos para ser reflejo de los grises opacos en vitalidad. Los médicos lo llaman astenia primaveral, lo que al fin y al cabo refleja la dificultad de adaptarnos al cambio, en este caso, al cambio de estación. ¿Estás preparado para la primavera?

Déjame que antes te cuente una historia. La diosa de la fertilidad, los cereales y en general, de la agricultura Deméter lloró la ausencia de su hija Perséfone cuando fue raptada por Hades, el dios del inframundo y las sombras. Estaba secretamente enamorado de ella y un día en que ella paseaba, se abrió el campo y la llevó en su carro. Tal era la angustia de la madre al escuchar el llanto de su hija Perséfone y no saber de su paradero que cayó en una terrible tristeza desesperada. La desdicha y la pesadumbre de Deméter hicieron que esta ya no cuidara del campo. No hubo cosechas ni frutos. La naturaleza empezó a morir lentamente y a convertirse en huella de una vida primigenia, antigua, cuando Deméter era feliz con su hija. Tuvo que intervenir Zeus para invertir la situación y hacer que Hades cediera ante sus amenazadoras palabras: recibiría un duro castigo si no liberaba a Perséfone. Pero Hades ya se había casado con ella y la amaba a su lado. Ante la presión de Zeus, sin embargo no pudo Hades mostrarse intransigente y llegaron a un acuerdo. Soltaría a Perséfone después de que ella comiera seis granos de una granada como símbolo de su amor. Así quedó sellada la unión entre Perséfone y Hades. ¡Ella era libre!

Corrió entonces deprisa la bella joven a fundirse en un abrazo con su madre Deméter. El júbilo de las dos al encontrarse por fin era patente, sin embargo, Deméter quiso saber algo de su hija de inmediato: necesitaba preguntarle si había probado la carne de los muertos en el inframundo. Si así fuera debería volver con Hades. Confesó que había comido seis granos de una granada y en consecuencia, volvió la zozobra de Deméter por la inevitable perspectiva de separarse de nuevo de su hija. Por cada grano de granada que habría comido Perséfone, esta tendría que estar alejada de su madre un mes y vivir como las semillas. Fue así como durante seis meses al año Perséfone vivía con Hades y el resto lo hacía con su madre Deméter a la luz del sol. En este período de alegría maternal ante la compañía de la hija el campo volvía a florecer y dar fruto. La naturaleza revivía de gozo y felicidad porque la dicha permitía a Deméter cuidar de ella. Esa misma tierra volvería a ser baldía ante la ausencia de Perséfone. Este proceso se convertiría mágicamente en el ciclo de las estaciones del año: la primavera y el verano. El otoño y el invierno.


Llega la primavera a pesar de nuestro cansancio. Estamos, por consiguiente, ante ese momento en que Perséfone y Deméter alegremente se estrechen entre los brazos y el campo florezca poco a poco. El domingo entraremos en primavera ante ese regocijo de Deméter por el regreso de su hija. Y pocas cosas hay en el mundo que le reanimen a uno tanto como el abrazo de una madre. Para una madre, supongo, nada supera la presencia de sus hijos. He aquí, pues, el relato que la historia nos guardó para recordar que es ese abrazo materno el principio de la primavera, el inicio de toda vida. Que nada te impida, por tanto abrazar a tu madre este domingo como si fuera un ritual de la primavera. Achucha cariñosamente a tu hijo y siente ese renacer. Recuerda que nada os dará más fuerza para seguir que ese abrazo. 

En la imagen: "El abrazo". A.A. Cerámica. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario