viernes, 6 de mayo de 2016

Oxígeno para las mentes



La exposición fotográfica está en un lugar muy significativo. Las imágenes se encuentran en el piso superior de un mercado cubierto en el centro de Zarautz. Un lugar sin lugar a dudas muy transitado por mujeres que van a hacer la compra a los puestos que están ubicados en ese edificio. Los mercados son lugares emblemáticos de la vida de los pueblos y muchas veces  es ahí donde se toma el pulso a la vida de una comarca. Digamos que el mercado es el electrocardiograma que podríamos hacer a una ciudad y esta exposición es capaz de alterar los sinuosos dibujos que nuestro corazón dictaría a la máquina al ver las imágenes. Me refiero a la exposición “Mujeres. Afganistán” que todavía se puede ver hasta el día 12 mayo en la plaza del Mercado de Zarautz.

La muestra se compone de retratos realizados a mujeres afganas por el fotógrafo y periodista Gervasio Sánchez. Los textos que acompañan las imágenes son de Mónica Bernabé, la única periodista española que habita permanentemente en Afganistán. La exhibición logra ser una experiencia transformadora donde se cuenta una historia nombre a nombre, mujer a mujer. Las historias, además de alterar el corazón del visitante, despiertan sobrecogedoramente también su empatía. Se trata de un proyecto realizado con mucha sensibilidad y también con un comprometido deseo de justicia y cambio. Las vidas que se dan a conocer nos interrogan sobre la dignidad de la mujer. Algo que no es sino un fenómeno que va más allá de lo femenino y que atañe a la sociedad en su conjunto. Me pregunto cómo se sentiría la mujer que va a hacer la compra a este mercado de Zarautz si deseara quemarse viva como Halima (19 años) porque le han obligado casarse con un hombre que no ama. Si por librarse de un marido maltratador como Hangama (20 años) debiera pagar los gastos que el hombre realizó para comprarla y que eso deshonrara a su familia. Si se viera forzada como Azita a disfrazar a su hija pequeña de varón por librarse de la mancha de no haber tenido un hijo. La exposición denuncia que ante estas aberraciones, la comunidad internacional calle y mire al otro lado. Por eso, por remover las conciencias que tanto cuesta agitar es tan necesario este trabajo. Un proyecto formado por testimonios que nos atrapan y que nos interpelan sobre las mentalidades que permiten unas vidas así. Unas realidades que según los autores de la exposición requerirán de varias generaciones para llegar al cambio. Y es que la exposición también nos resulta palpitante porque evidencia lo mucho que cuesta cambiar las mentes en un país como Afganistán, pero también aquí.              

              
Pensemos en nosotros mismos. Lo difícil que resulta cambiar algo propio. Me refiero a costumbres, gustos, juicios que hacemos como individuos. Transformar el pensamiento que pone esos hábitos en funcionamiento es una tarea titánica que requiere de algo más que cabezonería. Muchas veces el peso de las ideas vence a la voluntad de cambiarlas. Imaginemos entonces lo que supone cambiar los pensamientos colectivos en una sociedad. Los conflictos surgen inevitablemente porque algunos, al principio unos pocos, están a favor de pasar página.  Otros sin embargo, quieren aferrarse a lo suyo, a lo de siempre. Los primeros que se atreven a desafiar la tradición, lejos de ser vistos como héroes, son considerados sucios traidores. En muchas ocasiones, se les intenta quitar de en medio y entonces la dificultad propia del cambio se mezcla además con el miedo a las consecuencias de diferenciarse. Algunas personas son capaces de lo peor por no dejar que entre oxígeno en las mentes abiertas. El cambio en las personas, en las familias, en las organizaciones, en la sociedad es, por tanto, una quimera muchas veces.


¿Quién se atreve si no a alzar la voz a contracorriente? Muchas veces el terror en los procesos de cambio lleva a muchos a un traicionero silencio que bloquea aún más la situación. En los discursos a veces un silencio comunica mucho más que las palabras y ese silencio resulta un aliado para dar fuerza a aquello que se quiere decir. Se trata de un caso de silencio creativo. El que piense, sin embargo, que con el silencio en otras circunstancias uno se mantiene neutral se equivoca. Gervasio Sánchez y Mónica Bernabé delatan precisamente ese silencio que es cómplice de las injusticias. El silencio que no es imparcial ni creativo. Cuando nos comportamos siempre comunicamos en tanto en cuanto no existe el “no comportarse”. Por eso se dice que es imposible, no comunicar. “Mujeres. Afganistán” es una dignísima obra de renunciar al silencio. Está dirigida a mujeres que van a hacer la compra o a aquellos que visitan Zarautz para ver el mar. Precioso ejercicio de oxigenar la mente y dejar que ella cambie.  

Fotografía: Gervasio Sánchez. 

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