viernes, 21 de diciembre de 2012

Soy como el agua



No me negarán que esta época navideña además de hacer brotar en la gente alegría y ganas de pasar en familia y amigos estos días también hace surgir en algunos una melancolía que provoca las ganas de que llegue lo antes posible el día de Reyes para decir adiós a esa pesada tristeza. Uno de los motivos de ese bajón se dice que es la nostalgia dolorosa por las personas queridas que faltan en estas fechas señaladas. Asimismo es muy común escuchar que los niños pequeños despejan esas brumas emocionales de las familias para celebrar con júbilo estos días de regalos, encuentros y comida rica.

Lo cierto es que hay mucha gente que pasa estos días de color rojo muy de la otra manera en la que se supone que hay que hacerlo. Estoy hablando de personas sin hogar o aquellos miembros de la sociedad que viven en el umbral o en pleno estado de exclusión social.

Precisamente esta misma situación de pobreza es la que presentan algunos de los personajes literarios de Hans Christian Andersen (1805-1875) cuyo cuento “The tallow candle” o “La vela de sebo” ha sido encontrado de forma inesperada recientemente. Este relato, según los expertos, posiblemente fue escrito cuando el escritor tenía 18 años. Como es habitual en los creadores literarios Andersen se nutría de su vida para escribir sus cuentos. Así, escribió la célebre historia de la “La niña de los fósforos” inspirado en la infancia difícil que tuvo su madre, quien mendigó por las calles al igual que la protagonista del cuento. Además el ciudadano ilustre danés escribió No era buena para nada, una pieza literaria espejo de la relación de su madre con la bebida. Quién le diría a esta mujer que debió sufrir tanto que su vida pasaría al terreno de la literatura y que incluso los premios que hoy en día se otorgan como máximo galardón de literatura infantil –los premios Andersen- llevarían el nombre de su hijo. 

El escritor debió escribir una vez así: “soy como el agua, a la que todo agita y en la que todo se refleja”. Esta bellas palabras desde luego reflejan el destino del que iba a ser un clásico de la literatura infantil: un autor que empleaba la materia prima de su vida para crear cuentos infantiles que se han convertido en clásicos como los de Charles Perrault o los hermanos Grimm.

El relato que ha sido encontrado, pues, narra la historia de una vela abandonada que logra encontrar el sentido de su vida y su lugar en el mundo. Sin lugar a dudas se trata de un trama muy del estilo del autor de El patito feo. Un argumento que bien podría enseñarnos a todos que los acontecimientos vitales han de servirnos para dar un sentido a nuestra vida. No obstante, lejos de querer asociar al cuento lecciones moralistas me quedo con las penas de Andersen que pasaron a ser universales y compartidas por tantos y tantos niños. Unas tristezas que bien pueden explicar también estas tan nuestras desdichas navideñas.

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