viernes, 14 de diciembre de 2012

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Supongo que a todos nos ha ocurrido en alguna ocasión encontrarnos a una persona de nuestro pueblo o ciudad en el lugar más recóndito, perdido e impensable del mundo. Este tipo de acontecimientos suceden en viajes o vacaciones que realizamos a lugares lejanos donde nos sentimos extraños. En estas circunstancias suele ser habitual poner en boca aquello de “el mundo es un pañuelo” y sonreír con gestos nerviosos o incluso malhumorados. ¿O es que nos gusta toparnos con gente conocida cuando queremos precisamente desconectar de la rutina?

Me imagino que tampoco seré la única a la que le han asignado solamente por el aspecto físico el país o nación de donde procedo. ¿Qué misteriosa razón nos lleva pues, a identificarnos en un vistazo en esta excelsa fauna humana que habita el mundo entero? ¿Qué llevamos en el rostro para que seamos tan similares y a la vez irrepetibles? ¿Cómo es posible que alguien nos llame la atención en el extranjero porque algo nos es familiar en su cara o atuendo general? Estas preguntas me hacía yo mientras me venía el pensamiento de lo difícil que me resulta como europea diferenciar a los orientales respecto a sus países de origen. Y es que tan extensa es Oriente como Occidente.

Esta falta de exactitud para saber discernir a los orientales es algo muy común por otra parte. Se trata de una realidad que llega a tales extremos de ser imposible darse cuenta de la diferencia si se diese el caso de cambiar a un chino por un vietnamita o un japonés. Si siguiéramos con el ejemplo, quizá no vería nada raro si el cantante del tan difundido single Gangnam style (Psy) fuese el recién premiado escritor chino Mo Yan (Premio Nobel de Literatura 2012) y el surcoreano artista musical de bailes eléctricos fuese el escritor chino.

De lo que no hay duda es que este pequeño ejemplo es reflejo de que los países orientales están en alza. El artista surcoreano de Psy, Park Jae-sang, ha llevado a la cima mundial su pegadizo vídeo viral titulado Gangnam Style. Un hecho que ha resultado ser una gran recompensa para un país –Corea del Sur- que ha tratado en estos últimos años de internacionalizar su industria cultural. Por otra parte, el escritor chino Mo Yan ha alcanzado la cumbre de las letras al ganar el Premio Nobel de Literatura. Un galardón que por otra parte ha levantado polvareda por su posición ambigua respecto a la cultura oficial de su país después de la Revolución Cultural. El escritor chino no ha dudado públicamente en defender la censura siendo una ironía del destino que su nombre venga a significar “No hables”. Desde luego resulta paradójico que mientras Mo Yan era distinguido con el Nobel, Liu Xiaobo (Premio Nobel de la Paz, 2010) siguiera encarcelado. Se ha hablado de que estos premios no deben ser un instrumento político y que lo que se premia es la obra literaria de un escritor. Lo cierto es que uno debe ser coherente entre lo que escribe y lo que hace, sin olvidar lo que conlleva representar a la cultura oficial de un país como China. Desde luego si el mundo es un pañuelo, es hora de pedir a los Reyes uno de recambio.


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