viernes, 11 de enero de 2013

El abismo del silencio



Cuando se apagan el móvil, la televisión, el mp3, la radio, el coche, la aspiradora, la secadora, la lavadora... dejan de sonar esas músicas tan cotidianas como modernas y nuestras. Es entonces cuando en ese silencio empieza a sonar el propio silencio. Y de alguna manera se abre el abismo porque nuestra propia voz interior empieza a escucharse con más facilidad. Y es que a veces es fantástico encontrar “una conversación” con nosotros mismos, ordenar nuestros pensamientos, reflexionar sobre un asunto que requiere tiempo. El silencio, en este sentido, es muy creativo porque se vuelve reflejo de lo lleno que está el vacío. Comprobar esto con nosotros mismos es una costumbre no muy arraigada en estos tiempos de modernidades ultrasonoras.

Sin embargo tiene su punto descubrir algo en el silencio más absoluto, o recordar a alguien o a algo mientras nos escuchamos. Así, cuando lo que vamos a “oír” nos gusta resulta revelador y placentero escuchar esa serenata. Sin embargo, puede ocurrir también que lo que vayamos a escuchar nos moleste, nos inquiete, nos ponga nerviosos y precisamente busquemos ruido para esquivarnos a nosotros mismos. Quizá porque en ese silencio se abre un abismo o barranco desagradable. En ese caso resulta de gran ayuda recurrir a todos los aparatejos modernos y ruidosos que nos evitan escuchar esa voz interior. Visto, por tanto, el silencio como abismo podemos decir que lo deseable es que ese silencio sea al menos, no-desagradable.

Diría yo, además, que la voz interior es más sabia de lo que pensamos o de lo que somos conscientes. ¿Por qué nos vienen, entonces, más pensamientos e ideas cuando estamos en silencio? ¿Por qué se necesita, si no,  el silencio para concentrarse de verdad? Ahora bien, no estoy defendiendo aquí el silencio del propio silencio o el silencio del ruido. Simplemente que hay que mantener vivo la voz interior. 

Os invito, pues, a que descubráis cuál es vuestro silencio. Porque cada cual tiene el suyo propio. Podríamos llamarlo como “abismo del silencio”. Y es que el silencio invita a soñar. A soñar, además, despiertos. Porque es cierto, que los sueños que de verdad deberían importar son aquellos sueños que los hacemos conscientes. Además con los tiempos que corren, soñar debe ser uno de los pocos placeres que se puede hacer gratis.  

Fotografía: Steve McCurry 

No hay comentarios:

Publicar un comentario