viernes, 9 de noviembre de 2012

Escenas sin fotografiar




“Otra vez”,  pienso. Sucede cuando la vida me pilla desgraciadamente a veces sin mi cámara de fotografía. Son instantes en los que incluso se me olvida que tengo una cámara en el teléfono móvil por lo que no me queda otro remedio que mirar. Tal es el impacto que me producen algunas escenas en el teatro de la vida. No pretendo alardear ni de cámara, ni de instinto fotográfico pero os aseguro que no hace falta hacer ningún curso de fotografía para darse cuenta de la fuerza que tienen algunos planos de la vida cotidiana. Así estoy haciendo un archivo en mi memoria con las escenas que no he podido grabar para la posteridad pero que espero a través de estas palabras no sólo de alguna manera guardar sino compartir con ustedes. 

La primera de ellas sucedía en las madrugadas después de salir de casa camino al trabajo. Yo corría con las prisas de todos los días cuando todavía las calles estaban vacías y los establecimientos cerrados. La penumbra previa al amanecer era compensada con la luz de las farolas. En alguna tienda de viajes veía a veces alguna trabajadora de la limpieza pero no era ella quien me llamaba la atención. En un banco cuyo eslogan no voy a escribir sucedía todos los días eso que no me atreví a captar con mi cámara. En el espacio de los cajeros automáticos dormían unos indigentes que no tenían otro lugar mejor donde dormir. Me imaginaba entonces la composición de la fotografía que me despertaba del recién acabado sueño. El eslogan del banco en un contexto de crisis que sugería algo así como “sigue” y la ironía de ver a esas personas tiradas en el suelo sin poder seguir a la vida.

La segunda imagen sucedió cuando coincidí en uno de mis paseos por la ciudad con la hora de cerrar el Palacio de Justicia. El imponente edificio se alzaba con sus banderas y su escalinata de diseño mientras caminaba yo pensando en mis cosas. En este caso la protagonista de la escena sí era la trabajadora de la limpieza. Se trataba de la única persona que descendía las escaleras y lo hacía con dos enormes bolsas de basura. Ella era negra como las bolsas que transportaba mientras que la fachada del edificio era casi blanca. Me imaginaba que una fotografía en blanco y negro resultaría sugerente con esos contrastes de tonalidades tanto físicos como morales aunque el recién elegido presidente de los EEUU sea también negro.

La tercera y última imagen que no capté no era irónica sino tierna y ejemplarizante. La protagonista de la escena era también una mujer pero no era ni negra ni trabajaba para la limpieza pública. Ella era minusválida y se veía que necesitaba la silla de ruedas para desplazarse. Sin embargo la composición que nos ofrecía a los ojos que le rodeábamos no era como para ponernos tristes y dramáticos. Aquella muchacha nos estaba ofreciendo una lección de dignidad con la estampa que componía. Estaba escribiendo o pintando la puesta del sol de la playa. Lejos de parecer una persona con dificultades se dejaba ver ella como un ser con ganas de agarrarse a la belleza del mundo. No sé yo la imagen que doy a través de mis palabras pero sí pretenden seguir el espíritu de la última protagonista que captaba el lado bello de la vida. Que así sea. 

Fotografía: Chema Madoz

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