viernes, 14 de septiembre de 2012

En París

                                                             

El fallecimiento de la fotógrafa Martine Franck (Anvers, 1938-Paris, 2012) me pilló casualmente con un nuevo libro de fotografía en mi casa. Debo confesar para mi disgusto que no conocía la obra de esta fotógrafa. Sin embargo cuando supe que la artista perteneció a la agencia de fotografía Mágnum inmediatamente cambió mi actitud frente a la noticia de su defunción. Piensen ustedes que tan sólo hay una española que pertenece a ese selecto grupo: la fotógrafa Cristina García-Rodero. Porque cuando decimos Mágnum no sólo nos referimos a una agencia de fotografía sino más bien se trata de la agencia de fotografía.

Veamos brevemente por qué. La agencia Mágnum fue creada en 1947 por diversos fotógrafos como Robert Capa o Henri Cartier Bresson. Hablar de estos hombres es como referirse a los padres de la fotografía moderna y el haber creado dicha agencia permitió que se pudieran dedicar de manera más independiente a la fotografía. El resultado fue no sólo un legado irremplazable de la historia de la humanidad sino que además hicieron que la fotografía perteneciera a una disciplina artística igual que la pintura o la escultura. Es decir, crearon de alguna manera una nueva forma de hablar en el plano artístico. Y si la libertad a la hora de crear es fundamental las imágenes de estos fotógrafos irradiaban y destilan todavía esa independencia que está presente en los ojos de un buen contador de historias o artista.  Porque si no habría independencia sus imágenes no serían las que son, las olvidaríamos inmediatamente y no rezumarían vida. Serían de alguna manera imágenes estériles, vacías. Y ante todo las imágenes de estos creadores transmiten pasión.

A raíz de una visita que hice a una exposición de Henri Cartier Bresson supe de la fotografía que hizo que el artista del instante decisivo se dedicara a la fotografía. Era una instantánea de tres niños negros saltando hacia las olas en la orilla de la playa. Una imagen bella sin ninguna duda. Y es que siempre que una pieza artística nos arrebata de alguna manera el alma y nos enamora hay una obra maestra detrás. Y siempre hay una primera vez de un libro o película que nos fascina o un lienzo que nos deja sin palabras. Y es indudablemente bello tener esas experiencias estéticas gracias a los artistas. Los unos se alimentan de los otros incesantemente. Pero siempre en libertad.

Martine Franck fue la última esposa de Cartier Bresson y murió en Paris. Una ciudad que ha acogido a muchos artistas exiliados, es decir, a muchos creadores en busca de esa libertad necesaria para crear.  Precisamente su última exposición fue Venidos de fuera. Pintores y escultores en Paris desde 1945, un homenaje a Francia como país acogedor de artistas e intelectuales exiliados.

Yo no vivo en Paris. Sin embargo allí acudo de alguna manera cada vez que me dispongo a escribir aquí.  Las palabras que comparto  con ustedes no son imágenes o fotografías pero salvando todas las distancias quieren ser resultado de un espíritu libre. Cuando me encuentro con ustedes en este blog es como si estuviera en ese Paris de los exiliados sedientos de libertad.



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