viernes, 10 de agosto de 2012

Inmortal



Hace poco fui al cine a ver una película que raras veces hubiese sido elegida por mi para verla en la gran pantalla. Sin embargo unos amigos me invitaron a acudir al cine y lo hice a pesar de que la película no despertara mucho mi curiosidad. Será que tenía ganas de ir al cine y aproveché la ocasión para saciar el apetito cinéfilo. Lo cierto es que salí del cine sorprendida de cómo me gustó (o no me disgustó) la cinta titulada Prometeus de Ridley Scott.

La trama de la película nos llevó en una nave espacial a descubrir otros mundos en torno al año 2089. Quedó claro que al director de Alien le desbordaba la imaginación ya que seguro todos salimos del cine pensando que nuestros móviles o microondas están hechos unos ladrillos prehistóricos.


Pero lo que a mí particularmente me llamó la atención no fue eso sino que a uno de los protagonistas le faltaba el alma. ¿Cómo es posible que a una persona le falte el espíritu? ¿Es posible ser una persona y a la vez no tener alma? La ciencia ficción hace posible ese juego de la imaginación. Y el resultado es una persona con un muro de acero ante la realidad y sobre todo ante las personas que le rodean. Se trata de un ser humano sin empatía, con falta de sentimientos. Es más, al carecer de alma el personaje en cuestión no muere nunca, es decir, es casi milagrosamente inmortal. ¿Y cómo vive una persona sin la muerte como horizonte? Lo hacía sin importarle tampoco esa realidad porque no sentía ni padecía nada si bien es cierto que a los espectadores nos faltaba ver el paso del tiempo para ver cómo precisamente le pasaba el tiempo al hombre en cuestión. Todo lo que le rodeaba parecía dejarle frío.

La que no parece estar fría es la mujer saudí participante en los Juegos Olímpicos de Londres. Ella sí pasearía la bandera de su tierra sintiendo de verdad ese momento como uno de los inolvidables de su vida. ¿Y qué sería de la vida, pues, sin esos momentos en los cuales cuesta tragar la saliva tanto por si es por los buenos momentos como si es por los malos? ¿Cómo entender una vida sacrificada por el sueño de conseguir una medalla olímpica? Todas estas preguntas no tendrían sentido si no fuéramos mortales. La muerte es un elemento que configura nuestra vida desde el nacimiento hasta el final, de ahí que busquemos el sentido a la vida y tratemos de conseguir aquello que deseamos que de forma a nuestra vida. Porque una vida sin muerte es igual a una vida sin vida. Es decir, tan sólo lo que vive o el que vive puede morir.


Al alma que le gusta ir al cine desde luego es porque le llega de alguna manera la historia que ve. Lo mismo ocurre cuando vemos los Juegos Olímpicos por la televisión: nos conmueve ver a los deportistas rozando el sueño de su vida, cuando vemos santiguarse y mirar al cielo a un atleta antes de iniciar su carrera, al ver el sprint final de una maratón. ¿No es, pues, la vida para los mortales que sentimos como una bella y emocionante maratón?



No hay comentarios:

Publicar un comentario