viernes, 26 de octubre de 2012

La sonrisa digital



“Empieza el día con una sonrisa”, dice Mafalda “verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo”. Esta ingeniosa invitación a sonreír es una breve pero a la vez cierta descripción de la poca tendencia que tenemos a abrir los pómulos con un afectuoso gesto. ¿Cuesta tanto regalar cariño a través de la comunicación no verbal? En la preciosa canción titulada Abendua (Diciembre) su autor, el cantante vasco Mikel Urdangarin, hace una sugestión al comparar con un ángel a una mujer llamada Nerea que precisamente le sonríe todas las mañanas. Se trata de otra insinuación de que la sonrisa es escasa en sus apariciones por la calle.

El gesto de sonreír –si nos ponemos a pensar- es un acto universal y a la vez muy particular de cada persona. Existen sonrisas como caras irrepetibles y únicas en el mundo. Hay sonrisas falsas, sonrisas dulces, vergonzosas, penetrantes, simpáticas, forzadas, enamoradas, envidiosas, delatadoras, superficiales sonrisas de todo tipo y para todas las personas. Es un acto que existe por igual en todos los humanos y que se realiza con toda la cara. Tantas caras, tantas sonrisas, se diría. Pero independientemente de si la sonrisa ha sido auténtica o no, en un principio, podemos decir que una sonrisa desencadena confianza. La sonrisa la asociaríamos con la simpatía de una persona con otra, es decir, con la intención de un acercamiento moral entre dos personas o más. La sonrisa, efectivamente muestra cercanía y una especie de sintonía.

Pero si hacemos caso a Mafalda llegamos a una pregunta para interrogarnos de cómo somos los humanos: ¿se desentona, se llama la atención, choca tanto a los demás ir sonriendo según nos vamos encontrando a gente a cada paso sean éstos conocidos o no? ¿Por qué nos ganamos el adjetivo de peculiares si empleamos la sonrisa para comunicarnos con los demás? ¿No creéis acaso que el sonreír debe de ser sobre todo uno de los actos que más puertas nos abre? Incluso se podría decir que la sonrisa es algo con lo que nacemos. El bebé llora o sonríe a los pocos meses de nacer para comunicarse. Según parece esa sonrisa social tan característica en los niños se va perdiendo y pasamos de sonreír para comunicarnos a las caras hieráticas y serias para alejarnos los unos de los otros. Es más, algunas veces la sonrisa ajena se vuelve materia prima para la crítica y la habladuría ligera.

Lo que no ha creado comentarios perversos ni críticas audaces es la sonrisa digital. Estoy hablando, claro está, de los dos puntos, el guión y el cierre de paréntesis que simulan una cara sonriente en la pantalla del ordenador o en los teléfonos móviles. En su versión más moderna se encuentran los iconos que representan una sonrisa humana. ¿No os parece fascinante que el mundo digital necesite de las emociones humanas en forma de signos para coger vida? Puestos así, se podría pensar que el cursor digital que parpadea de nuestros ordenadores es el latido digital de nuestro corazón. La vida sale, late, fluye, sigue por todas partes...

Fotografía: Henri Cartier Bresson






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