Sonreí al leer estas palabras de Albert Espinosa: “A mí me
gustaría morir un viernes. Me gustan los viernes: estrenan películas de cine y
la gente suele sentirse feliz. De pequeño me gustaban especialmente porque los
viernes venían a buscarme mis padres al colegio, me daban un bocadillo de atún
e íbamos a Cardedeu donde teníamos una casa de veraneo. De camino siempre
encontrábamos atascos y mi padre ponía la radio... “. No ha pasado tanto tiempo
desde que puse en marcha este blog y escribí un post sobre los viernes. Desde
entonces intento publicar mis breves textos este bonito día de la semana. Y
parece ser según el libro “El mundo amarillo” de Albert Espinosa que somos
muchos los adictos al viernes. Claro. Los viernes son bonitos hasta para la
gente que no trabaja.
El libro de este superviviente que ha inspirado la famosa
serie “Pulseras rojas” merece la pena leer. El estar tan al borde de la muerte
le ha dado a Espinosa una rica y también optimista visión de la vida. “El mundo
amarillo” es el resultado de lo que ha aprendido de estar enfermo de cáncer
durante muchos años. Pero no es un libro de tristezas y de actitudes de
víctima. Se trata de una especie de decálogo sobre lecciones vitales. Unas
lecciones de color amarillo que para Albert Espinosa quieren decir mucho más
que la gama de colores amarillos. El amarillo significa muchos conceptos. Pero a mí en particular lo que me ha
encantado es la parte en la que habla de las personas amarillas. El propio
autor los define de la siguiente manera. “Amarillo: Persona especial en nuestra
vida a la que acariciamos, abrazamos y con la que dormimos. Marca nuestra vida
y no necesita tiempo ni mantenimiento. Hay 23 en nuestra vida. Las
conversaciones con ellos hacen que mejoremos como personas y descubramos
nuestras carencias. Son el nuevo eslabón de la amistad”.
Aparte de la definición el autor describe lo que es tener a
personas de este color. Y asegura que los amarillos son esos individuos que
hacen que conectes y fluya una especie de buena química con ellos. Son personas
que independientemente del lugar y el momento –los amarillos pueden durar
minutos o años- hacen que les confieses intimidades, te hagan sentir
comprendido o provoquen que tengas una visión bella del mundo. Son los que
hacen que en ti perdure la llama de la vida y el milagro de sentirse vivo.
Yo ya estoy haciendo mi lista de personas amarillas de mi
vida. Algunas de ellas incluso me estarán leyendo. Otras sin embargo quizá ni
me recuerden. Lo cierto es que me ha gustado que Espinosa haya puesto el acento
en la existencia de unas personas que no son ni parejas, ni amigos y que aun
así hacen que te sientas en el mundo y en la vida como en tu casa aunque sea
por un momento. ¡Qué bello es encontrarse con personas así! Quizá usted, lector
mío, sea uno de mis amarillos y yo el suyo...
Fotografía: Robert Doisneau
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