Me llamó la atención un graffiti que me topé en la calle.
Deambulaba por Donostia entre árboles, edificios, semáforos y mis
elucubraciones del momento cuando leí “hay demasiados poetas en paro”. El
pensamiento que me vino ipso facto fue que se trataba de una reivindicación de
algún talentoso de la palabra y el verso que no encuentra trabajo. Sin embargo
al pensar dos veces la frase reflexioné más bien otra cosa: ¿acaso hay poetas
ejerciendo su trabajo y cobrando su sueldo como poetas? ¿No es la poesía el-oficio-por-amor-al-arte
en mayúsculas? ¿Qué poeta se permite vivir cómodamente de los poemas que
escribe? En otras palabras, ¿quién carajo lee poesía?
“Hay demasiados poetas en paro” me pareció pues una
evidencia, aunque una obviedad, claro está, muy poética. Por supuesto, ¡cómo
los poetas no iban a estar sin trabajo! Así, percibí después otra verdad
latente y viva en la frase: una cosa es estar en paro y otro asunto es no
trabajar. En este sentido, podríamos decir que prácticamente todos los poetas
están condenados a estar en paro como poetas. No obstante, el verdadero poeta
nunca deja de trabajar y contribuir a los demás. Por lo tanto, pensaríamos que
la frase en cuestión aflora la realidad de que los poetas están en paro aunque
sugiere que nunca abandonan su oficio como poetas.
Es muy conocida la historia infantil del ratón con
temperamento y sensibilidad de poeta llamado Frederick. El autor del cuento,
Leo Lionni, relata así el trascurso de los días de unos simpáticos ratones que
trabajan sin parar antes de que llegue el invierno. Trabajan todos menos
Frederick: “Y tú, por qué no trabajas,
Frederick?, preguntaban los demás. “Yo trabajo” les respondía Frederick.
“Recojo rayos de sol para los días fríos del invierno”. En otra ocasión le
reprochan de esta manera: “¿Estás soñando, Frederick? Oh, no. Estoy reuniendo
las palabras porque los días de invierno son muchos y largos y se agotarán las
cosas de que hablar”. Y es que Frederick hace otro tipo de acopio: lo suyo son
las palabras, los colores, la luz del sol, en fin, la vida más allá de las
obligaciones y deberes que cumplimos como autómatas, la verdad esencial de las
cosas, el valor de lo que no tiene valor.