Me fascinan los Juegos Olímpicos. No es que sea yo una deportista frustrada ni estén ustedes leyendo las líneas de una seguidora fiel al deporte sino que más bien despiertan mi fascinación los rituales y actitudes que están presentes cada cuatro años en una capital del mundo. Por supuesto, huelga decir que admiro el esfuerzo que hay detrás de cada participante, su espíritu de superación, el estimable ejemplo –tan minusvalorado hoy en día- que dan los deportistas y sus entrenadores. Pero además de esto lo que de verdad me enamora es que el deporte sea una herramienta que nos habla del ser humano aquí, en Londres, en Pekín, en Atenas, en todo el mundo. De alguna manera podría decir que me encanta que un fenómeno mundial de masas sea a la vez un acontecimiento que haga aflorar lo que hay en común en todos los seres humanos del mundo atravesando razas, culturas, continentes o religiones.
Además hay otro asunto muy revelador porque invitan los Juegos a mirar a los deportistas como personas que traspasan las barreras nacionales y que por lo tanto nos hacen pensar en el ser humano sin prejuicios, es decir por encima por ejemplo de las propagandas nacionales. Al menos a mí no me gusta ver el resultado de cuántas medallas olímpicas ha obtenido Alemania o Japón sino que prefiero quedarme en las lágrimas de emoción de este deportista, en la cara de concentración del otro, en la imagen de lucha que hay detrás de las mujeres deportistas, en el detalle de estar escuchando música por los auriculares de un profesional de la natación antes de recibir la medalla. ¿O es que el deporte no es como la música un fenómeno universal? La ceremonia inaugural de Londres fue una fiesta de la cultura británica pero también de la cultura universal. Así lo son Shakespeare, Los Beatles, Harry Potter, la música de “Carros de fuego”, Peter Pan o Lewis Carroll. No me negarán que no es esto algo que toca los corazones de cualquiera. El deporte –al igual que la música o la literatura- hace que nos sintamos ciudadanos del mundo. ¿No es esto emocionante y a la vez misterioso?
En una de estas sesiones de deporte he tenido el placer de escuchar un curioso comentario entre la gente: “¿Cuándo veremos la pelota en las Olimpiadas?”. ¿Se imaginan ustedes en un frontón a jugadores de todo el planeta? Me atreví a hacer un comentario dañino para algunas sensibilidades: “muchas vueltas tendrá que dar el mundo para ver la pelota como deporte olímpico”. Me contestaron: “¿por qué no?”. Pero no me dieron razones suficientes para creerme la proposición. Visualicé entonces cómo serían unos juegos con la pelota como deporte olímpico. La verdad me costó hacer ese trabajo de imaginación aunque me guste este deporte.
Así ya puestos a imaginar después me propuse soñar unos juegos olímpicos con etiqueta vasca. Me pregunté al instante lo siguiente: ¿qué tendríamos los vascos para ofrecer a la cultura universal?, ¿Quiénes serían nuestros Shakespeare y Peter Pan? ¿Qué canción sonaría en la gala inaugural? Hagan ustedes por favor este ejercicio fantástico y por descontado, perdonen, por favor, si hiero vuestra sensibilidad.
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