El camino que recorremos para ir a trabajar se instala sin
darnos cuenta muy dentro de nosotros y toma una parte de nuestro ser para
siempre. Lo digo ahora que falta poco para que nos despidamos por un tiempo de
recorrerlo. Para algunos afortunados llegan poco a poco las vacaciones. Una
temporada en la que no deseamos ver ese recorrido ni en pintura al querer
desprendernos de su relación con el trabajo. Pero ese camino está poblado de un
universo tan nuestro que incluso nos acompaña cuando no lo atravesamos.
Pienso por ejemplo en la ocasión que nos brinda ese trayecto
para deleitarnos con la belleza. Sin lugar a dudas, esa ruta nos da la lección –también
cuando no nos pertenece más- de que todos los días, incluso en la pesadez de la
rutina, tenemos un instante en el que la vida nos sorprende con algún espectáculo.
Si hacemos un repaso de ese itinerario tan cotidiano nos daremos cuenta que en
algún momento los ojos de todos buscan esa escena que tanto nos asombra mientras
–deprisa o tranquilamente- queremos llegar a nuestros puestos. Ese bonito momento
de todos los días surge como una recompensa del deber cumplido y de alguna
manera transforma el camino al curro en paseo. Hagan un repaso de todos los
caminos al trabajo que la vida les ha otorgado y de todos ellos recordarán algo
con una gracia que les hacía más llevadera la carga del lunes.
Si hago memoria recuerdo por ejemplo “el deber” de recorrer
el paseo de La Concha para acudir al trabajo o de, ahí es nada, cruzar el mismísimo
Nervión. Ante estos marcos parece que todo se queda pequeño. Sin embargo, me
refiero a la grandeza de lo pequeño cuando hablo de apropiarnos de esa vida que
brota en nuestros ojos cuando divisamos lo bello. Esa hermosura que nos hace
pensar que valió la pena levantarse un día más de la cama. Siempre me
acompañará, en este sentido, la majestuosa cascada de un humilde río al que
miraba todos los días. Era un ritual cada día que lo observaba dar gracias por
semejante encanto, al lado de una sinuosa carretera con una preciosa cortina de
árboles. Me hacía pensar en la fuerza de lo simple en la naturaleza, es decir,
en este caso de los juegos de agua que tanto despiertan nuestra fascinación. Y,
¿existe algo más sencillo y bello que el agua que cae desde una altura?
Rescato de mi memoria otra joya que recibía como regalo
cuando todos los días de madrugada en la lejanía distinguía el destello de la
luz de un faro. Sentía desde el asfalto de la carretera la cercanía del mar de
una forma mágica, con el encendido y apagado de ese resplandor, como si me
fuera a proteger en los mares de la oficina. En otro itinerario, una
grata pero muy diferente sorpresa matutina era cuando mi autobús hacía una
parada en el lugar donde un chico especial para mí tomaba, a su vez, otro autobús
que le llevaba al trabajo. Empezaba el día por tanto, con un pegajoso sueño que
se iba cuando en la oscuridad de la marquesina “le veía” sigilosamente. ¿Era aquello
un estímulo para soportar mejor el jarro de agua fría que era el despertador?
Otro aspecto clave en el amanecer de todos los días, es que nos
muestra en nuestra ruta dónde está el este. Porque el lugar de donde salía el sol en otro de mis trayectos era un verdadero premio. Consistía en toda una
ceremonia de la luz. Dos montes le daban entre ellos la bienvenida al sol y ese
fulgor a su vez me alumbraba a mí en unos impresionantes amaneceres. La vida más
tarde me recompensó asimismo con poder conducir el coche en una autovía con una
privilegiada vista de otro conocido monte de afilado pico en la cima. Todos los
días me preguntaba antes de verlo cómo se habría vestido ese día. Siempre
estaba magnífico y diferente. Lo curioso fue cuando años más tarde mi ruta al
trabajo me permitió mirar todos los días ese mismo monte pero desde una perspectiva
tan diferente que casi resultaba irreconocible. Como la insinuación de que hay
una sola verdad pero muchos caminos para llegar a ella. Esos otros ángulos me
hablaban de la parte oculta de nosotros que cuesta conocer pero, sin duda, nos
pertenecen.
En la imagen: el monte Txindoki.
No hay comentarios:
Publicar un comentario