Supongo que a todos nos ha ocurrido en alguna ocasión
encontrarnos a una persona de nuestro pueblo o ciudad en el lugar más
recóndito, perdido e impensable del mundo. Este tipo de acontecimientos suceden
en viajes o vacaciones que realizamos a lugares lejanos donde nos sentimos
extraños. En estas circunstancias suele ser habitual poner en boca aquello de
“el mundo es un pañuelo” y sonreír con gestos nerviosos o incluso malhumorados.
¿O es que nos gusta toparnos con gente conocida cuando queremos precisamente
desconectar de la rutina?
Me imagino que tampoco seré la única a la que le han
asignado solamente por el aspecto físico el país o nación de donde procedo.
¿Qué misteriosa razón nos lleva pues, a identificarnos en un vistazo en esta
excelsa fauna humana que habita el mundo entero? ¿Qué llevamos en el rostro
para que seamos tan similares y a la vez irrepetibles? ¿Cómo es posible que
alguien nos llame la atención en el extranjero porque algo nos es familiar en
su cara o atuendo general? Estas preguntas me hacía yo mientras me venía el
pensamiento de lo difícil que me resulta como europea diferenciar a los
orientales respecto a sus países de origen. Y es que tan extensa es Oriente
como Occidente.
Esta falta de exactitud para saber discernir a los orientales
es algo muy común por otra parte. Se trata de una realidad que llega a tales
extremos de ser imposible darse cuenta de la diferencia si se diese el caso de
cambiar a un chino por un vietnamita o un japonés. Si siguiéramos con el
ejemplo, quizá no vería nada raro si el cantante del tan difundido single
Gangnam style (Psy) fuese el recién premiado escritor chino Mo Yan (Premio
Nobel de Literatura 2012) y el surcoreano artista musical de bailes eléctricos
fuese el escritor chino.
De lo que no hay duda es que este pequeño ejemplo es reflejo
de que los países orientales están en alza. El artista surcoreano de Psy, Park
Jae-sang, ha llevado a la cima mundial su pegadizo vídeo viral titulado Gangnam
Style. Un hecho que ha resultado ser una gran recompensa para un país –Corea
del Sur- que ha tratado en estos últimos años de internacionalizar su industria
cultural. Por otra parte, el escritor chino Mo Yan ha alcanzado la cumbre de
las letras al ganar el Premio Nobel de Literatura. Un galardón que por otra
parte ha levantado polvareda por su posición ambigua respecto a la cultura
oficial de su país después de la Revolución Cultural. El escritor chino no ha
dudado públicamente en defender la censura siendo una ironía del destino que su
nombre venga a significar “No hables”. Desde luego resulta paradójico que
mientras Mo Yan era distinguido con el Nobel, Liu Xiaobo (Premio Nobel de la
Paz, 2010) siguiera encarcelado. Se ha hablado de que estos premios no deben
ser un instrumento político y que lo que se premia es la obra literaria de un
escritor. Lo cierto es que uno debe ser coherente entre lo que escribe y lo que
hace, sin olvidar lo que conlleva representar a la cultura oficial de un país
como China. Desde luego si el mundo es un pañuelo, es hora de pedir a los Reyes
uno de recambio.
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