La exposición fotográfica está en un lugar muy
significativo. Las imágenes se encuentran en el piso superior de un mercado
cubierto en el centro de Zarautz. Un lugar sin lugar a dudas muy transitado por
mujeres que van a hacer la compra a los puestos que están ubicados en ese
edificio. Los mercados son lugares emblemáticos de la vida de los pueblos y
muchas veces es ahí donde se toma el
pulso a la vida de una comarca. Digamos que el mercado es el electrocardiograma
que podríamos hacer a una ciudad y esta exposición es capaz de alterar los sinuosos
dibujos que nuestro corazón dictaría a la máquina al ver las imágenes. Me
refiero a la exposición “Mujeres. Afganistán” que todavía se puede ver hasta el
día 12 mayo en la plaza del Mercado de Zarautz.
La muestra se compone de retratos realizados a mujeres afganas por el
fotógrafo y periodista Gervasio Sánchez. Los textos que acompañan las imágenes son de Mónica Bernabé, la
única periodista española que habita permanentemente en Afganistán. La
exhibición logra ser una experiencia transformadora donde se cuenta una
historia nombre a nombre, mujer a mujer. Las historias, además de alterar el
corazón del visitante, despiertan sobrecogedoramente también su empatía. Se
trata de un proyecto realizado con mucha sensibilidad y también con un
comprometido deseo de justicia y cambio. Las vidas que se dan a conocer nos
interrogan sobre la dignidad de la mujer. Algo que no es sino un fenómeno que
va más allá de lo femenino y que atañe a la sociedad en su conjunto. Me
pregunto cómo se sentiría la mujer que va a hacer la compra a este mercado de
Zarautz si deseara quemarse viva como Halima (19 años) porque le han obligado
casarse con un hombre que no ama. Si por librarse de un marido maltratador como
Hangama (20 años) debiera pagar los gastos que el hombre realizó para comprarla
y que eso deshonrara a su familia. Si se viera forzada como Azita a disfrazar a
su hija pequeña de varón por librarse de la mancha de no haber tenido un hijo.
La exposición denuncia que ante estas aberraciones, la comunidad internacional
calle y mire al otro lado. Por eso, por remover las conciencias que tanto
cuesta agitar es tan necesario este trabajo. Un proyecto formado por
testimonios que nos atrapan y que nos interpelan sobre las mentalidades que
permiten unas vidas así. Unas realidades que según los autores de la exposición
requerirán de varias generaciones para llegar al cambio. Y es que la exposición también nos resulta palpitante porque
evidencia lo mucho que cuesta cambiar las mentes en un país como Afganistán, pero
también aquí.
Pensemos en nosotros mismos. Lo difícil que resulta cambiar
algo propio. Me refiero a costumbres, gustos, juicios que hacemos como
individuos. Transformar el pensamiento que pone esos hábitos en funcionamiento
es una tarea titánica que requiere de algo más que cabezonería. Muchas veces el
peso de las ideas vence a la voluntad de cambiarlas. Imaginemos entonces lo que
supone cambiar los pensamientos colectivos en una sociedad. Los conflictos surgen
inevitablemente porque algunos, al principio unos pocos, están a favor de pasar
página. Otros sin embargo, quieren
aferrarse a lo suyo, a lo de siempre. Los primeros que se atreven a desafiar la
tradición, lejos de ser vistos como héroes, son considerados sucios traidores. En
muchas ocasiones, se les intenta quitar de en medio y entonces la dificultad
propia del cambio se mezcla además con el miedo a las consecuencias de
diferenciarse. Algunas personas son capaces de lo peor por no dejar que entre oxígeno
en las mentes abiertas. El cambio en las personas, en las familias, en las
organizaciones, en la sociedad es, por tanto, una quimera muchas veces.
¿Quién se atreve si no a alzar la voz a contracorriente? Muchas
veces el terror en los procesos de cambio lleva a muchos a un traicionero
silencio que bloquea aún más la situación. En los discursos a veces un silencio
comunica mucho más que las palabras y ese silencio resulta un aliado para dar
fuerza a aquello que se quiere decir. Se trata de un caso de silencio creativo.
El que piense, sin embargo, que con el silencio en otras circunstancias uno se
mantiene neutral se equivoca. Gervasio Sánchez y Mónica Bernabé delatan
precisamente ese silencio que es cómplice de las injusticias. El silencio que
no es imparcial ni creativo. Cuando nos comportamos siempre comunicamos en
tanto en cuanto no existe el “no comportarse”. Por eso se dice que es
imposible, no comunicar. “Mujeres. Afganistán” es una dignísima obra de
renunciar al silencio. Está dirigida a mujeres que van a hacer la compra o a
aquellos que visitan Zarautz para ver el mar. Precioso ejercicio de oxigenar la
mente y dejar que ella cambie.
Fotografía: Gervasio Sánchez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario