Aquel fotógrafo guardaba con secreto regocijo una fotografía
de las muchas que le sacó a un futbolista. Apartaba una imagen especialmente
por encima de las demás. Sentía pasión tanto por el fútbol como por la
fotografía. Por eso aquel reportaje que realizó con su cámara sobre lo que para
él era, más que un deporte, rebosaba frenesí por recoger con las imágenes los gestos, las miradas, los andares de ese
futbolista. Había juntado en su cámara el fútbol y la fotografía y, con ello
pretendía descubrir algo nunca retratado en ese deporte. La imagen que era
objeto de su fetichismo y regodeo era sorprendentemente una en la que había
captado la cara del futbolista desencajada, casi deformada. Como si aquella
fotografía le contara un cuento del fútbol que le consolaba; le recordara algo
que debía tener presente. Diríase que mirando aquella fotografía se sentía
menos frustrado. De alguna manera parecía que tenía un control sobre el
fotografiado. Le sometía. Denunciaba algo en él. La escasa fotogenia del
futbolista en aquella imagen era el trofeo del hombre con la cámara colgada del
cuello. Como un gol metido en su portería, un descarado regate al futbolista
que es un héroe social.
El enamorado persigue otras intenciones aunque sea
inconscientemente. El enamorado toma el camino inverso a este fotógrafo. No lo
hace con su cámara sino con los ojos que mira a su amado. Porque el acto de
enamorarse es en todo caso, rescatar imágenes de tu soñado chico en las que
nada molesta, apenas estorban sus maneras, todo encaja. La mezcla que se
vislumbra en el carácter de la chica de tus sueños es de una rabiosa perfección
para ti. Al menos al principio. De alguna manera podríamos decir que el enamorado
es un reportero de su amado donde no hay fotografías incómodas, imágenes poco
amables. La mirada del enamorado no puede hacer daño porque ve a su amada como
una especie de imperfección, que por otra parte, resulta perfecta. Lo que más
tarde le sacará de quicio, ahora le hace gracia. El enamorado, todos sabemos,
añade magia a la idea de su pareja que se ha hecho en la cabeza. Y esa magia
acompaña cada paso de esa chica en sus maneras de andar, de reírse, de estornudar
y, todo parece tener una luz propia.
¿Qué postura adoptamos ante la vida? ¿La del fotógrafo
enamorado del fútbol que ama la fealdad captada en su modelo o futbolista? ¿La
del enamorado incapaz de ver una peca defectuosa en su chica? ¿Por cuál de las
dos actitudes te inclinarías ante lo que conocemos por los papeles de Panamá? Quizá lo que han destapado estos periodistas ha
hecho que veas a algún personaje público como haría ese fotógrafo con extrañas
manías deformadoras. Ese hombre casi morboso por los defectos de su modelo. Así
se entiende que la imagen mental que tengas ahora, si no lo tenías antes, de
esos presuntos implicados en los escandalosos papeles sea de alguien
desfigurado en su rostro. En esa cara descompuesta que lo refleja moralmente.
Me temo que este escándalo periodístico marcará un antes y
un después. Y el revuelo formado por el Consorcio Internacional de Periodistas de
Investigación remueve a la vez nuestras percepciones y miradas que adoptamos
ante la vida, ante las noticias. Ambas maneras de mirar mencionadas –la
deformadora y la idealizadora-se han instalado en nosotros aunque dirigidas
hacia objetivos diferentes. Quién no se enamora de esos periodistas unidos en
un enorme proyecto de investigación que nos hace creer que todavía hay un lugar
para la esperanza y la justicia. Que el periodismo tiene todavía un papel en
esta sociedad. Quien quiera parar este tipo de periodismo se delata.
Imaginemos ese rostro repulsivo y antiestético que como al
fotógrafo extravagante, nos alivia ver en la cara del evasor implicado. Nos
parece tener más control sobre esa fiera corrupta si lo miramos así de torpe, especialmente
ahora que nos toca pagar los impuestos. Nos advierte de aquello en lo que puede
uno convertirse. La historia que nos cuenta su pérfido gesto nos resarce. Lo
escrutamos con unos ojos como si hiciéramos justicia con la mirada y luego nos
saca una risa vengativa en los labios. Sorprende –no me negarás- toparse con
esos papeles que tanto repelen e indignan, y a la vez, quedarse admirado por la
labor periodística que los revela. Todo en uno. Podría decirse que en medio
donde todo parece perdido y nos rodea la inmundicia aparece alguien que nos
hace creer en el amor a primera vista y que todo está en su sitio. Es entonces cuando
nuestros ojos eligen los héroes a los que desea mirar dulcemente y a cuáles
destronar. Como si milagrosamente los ojos todavía distinguieran lo justo de lo
que no lo es y sintieran haberse topado con el amor en Panamá.
Fotografía: Gervasio Sánchez