Me imagino que muchos de los padres que leen mis palabras
estarán a la vez de celebración por el inicio del curso. Los que de momento no
tenemos hijos naturalmente desconocemos lo que en realidad es eso. Por eso al
menos nos queda el alegrarnos del júbilo ajeno con la vuelta a la escuela y por
supuesto, a la rutina.
Lo cierto es que el principio del año académico debería
despertarnos sentimientos más solemnes. Por una parte es normal que la realidad
nos obligue escuchar frases como “qué ganas de librarme de ellos”, “no puedo
más, todo el día hay que tenerlos dando vueltas”, “ respiraremos paz cuando
estén en la escuela”, “que empiecen cuanto antes que necesito tranquilidad”.
Sin embargo por otra parte a mi juicio
más que tranquilidad aunque es ineludible que los niños agotan, lo que
necesitamos es rescatar algunos pensamientos para sobrevivir con más dignidad
estos primeros días de septiembre.
Es natural que la mayoría de los padres estén deseosos de
mandar a la escuela a los hijos. Pero asimismo conviene subrayar que es una
gran suerte tener un sistema de educación que funcione si bien cada legislatura
sirve para mostrar las intenciones electoralistas de cada partido. Me gustaría
resaltar, pues, en contraste con estas leyes partidistas que sacan de quicio a
todos una ley de educación con nada más y nada menos que cien años de vigencia.
Se trata de la Ley de Instrucción Pública que instauró las bases de la
educación pública para todos sin exclusiones. El mentor de la ley fue el señor
D. Claudio Moyano Samaniego, político y un hombre de letras que llegó a ser
catedrático y Rector de la Universidad de Valladolid y Madrid. No obstante, se
le conoce como la figura que sacó adelante dicha ley del 22 de julio de 1875.
Si la educación es la semilla del progreso la ley Moyano sentó las bases para
que todos tuviéramos derecho a una mínima educación pública. Os invito por
tanto a que inauguréis este inicio de curso con este hombre presente.
En este verano en el que después de nueve meses de viaje la
nave “Curiosity” ha llegado al planeta Marte hemos recargado las energías para
todo el año académico. Y me parece que es muy evocador el nombre que le han
puesto a esta nave que ahora mismo se encuentra en el planeta rojo. ¿Quién
sembraría esa curiosidad en los ingenieros, físicos y astrónomos que han
diseñado esa misión? ¿De dónde viene ese fuerte deseo de ampliar el
conocimiento del ser humano? “Curiosity” es una metáfora preciosa del inmenso
anhelo humano de querer saber más, de entender los misterios del universo. Y me
temo que esa sed de conocimiento se siembra además de en casa, en la escuela.
Ahora bien, la curiosidad es necesario alimentarla y para ello hay que tener un
espacio apropiado para hacerla crecer más y más. Claudio Moyano precisamente
quiso crear esos espacios para sembrar democráticamente el talento humano.
Hagamos pues internamente todos nuestra propia misión “Curiosity” en este
comienzo de curso y lleguemos a Marte para ver, comprender, descubrir...
Fotografía: Cristina García Rodero
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